Fernando Vidal
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

McCarrick rey


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Las 461 páginas del llamado ‘Informe McCarrick’ no dejan dudas de que el excardenal fue promovido por san Juan Pablo II al liderazgo de la Iglesia estadounidense a sabiendas de las acusaciones de abusos sexuales. En 1999, Karol Wojtyla fue informado a través del nuncio en aquel país de las acusaciones, y le fueron descritas en una carta firmada por O’Connor, entonces arzobispo de Nueva York. Posteriormente, un grupo de obispos confirmó directamente al Papa que el prelado se había acostado con seminaristas.



El propio McCarrick reconoció por escrito al secretario personal del Pontífice, en 2000, que se había acostado en la misma cama con jóvenes, pero negó haber consumado actos sexuales con ellos. Pese a ello, inmediatamente, en 2001, fue promovido a cardenal y premiado con la diócesis capital de Estados Unidos: Washington D.C.

Entre sus virtudes, destacó su gran capacidad para captar fondos. Aunque las acusaciones no cesaron de crecer, las víctimas fueron menospreciadas y el cardenal fue el bastión de san Juan Pablo II en América. Estos son los hechos documentalmente confirmados por la Santa Sede en una investigación inaudita, pública y ejemplar.

Sistema monárquico de la Iglesia

Fue fácil que sucediera. Lo difícil era que se castigara. Era sabido por muchos obispos y no pasó nada, porque, aunque son pastores, aún pueden comportarse como reyes. El modelo monárquico de jerarquía obstaculiza cumplir el ministerio de presbítero y pastor. Sin embargo, lleva impuesto durante siglos, en vez del modelo sinodal. Mientras siga vigente, habrá amplio margen para todo abuso porque en sí mismo es un abuso. Cada vez más masivamente, el pueblo ya no lo soporta más. El rey McCarrick es culpable, pero el responsable es el sistema monárquico que constriñe a la Iglesia.

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