José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

María Teresa Campos, la estrella de la televisión popular


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MARTES

Frankfurt es poco agraciada. En realidad, desgraciada. La hecatombe de la guerra solo dejó una vivienda tradicional en pie en un infierno de fuego que se llevó por delante miles de vidas. La fealdad de Frankfurt es el retrato de la inmundicia del ser humano. Federico es uruguayo, historiador del arte, y lo explica como pocos en su free tour. Y me regala una frase digna de tatuaje interno, que va más allá de una moralina antibelicista: “Para promover un sentimiento de igualdad, hay que generar antes un sentimiento de otredad”. La diferencia del otro como paradigma sinodal.



MIÉRCOLES

La madre de Rubiales, encerrada en una parroquia de Motril. Menuda papeleta. Para el cura. Para la diócesis. De rebote, en el ajo más indigesto. Premio a la gestión de crisis de comunicación del padre Antonio. De un momento para otro, a la mujer se la llevan de urgencias al hospital por la puerta de atrás. A él le toca dar la cara. Y la da. Con temple, sencillez y humildad. Soportando una nube de micros y cámaras que harían sacar un bocinazo a cualquiera. Pero no. Con una sonrisa y buenas palabras, resuelve el entuerto. Remata: “No soy yo el portavoz de nada, simplemente comunico lo que ha ocurrido y os doy las gracias por estar aquí, no sé más nada”. Bastante hizo.

SÁBADO

Madrugón digital. Sigo los pasos del Papa en Mongolia. Catedral de Ulán Bator. Toma la palabra una misionera de la Caridad. Cuenta la historia de un niño atendido por ellas, que hoy es el segundo sacerdote nativo ordenado. Sorpresa. Justo después, habla el muchacho, hoy con alzacuellos. Sanjaajav Peter. En ese instante, soy consciente de lo que implica arrancar desde cero. De cómo lo sembrado hace tres décadas ahora brota. Del don de la espera y de la paciencia. De la perseverancia y la confianza.

MARTES

Crecí con la Campos en el televisor del cuartito de estar. Cuartito, porque en Las Margaritas los metros cuadrados no daban ni para cuarto. Era una señora que tenía la pinta de ser una vecina lacada del barrio, pero que sabía hablar de todo. Lo mismo de política que del famoseo. Con las mismas ganas y profesionalidad. Sin distinguir periodismo de primera categoría y de comunicación de vertedero. Con el tiempo descubrí que era una grande. Cuando le otorgaron su segundo Ondas, lo hicieron por “dignificar la televisión popular”. Dignificar lo popular. La teología del pueblo.

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