José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

Los pobres tienen nombre, apellido y hambre


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JUEVES

‘Encuentros insperados’. Mamen Mendizábal sienta en una mesa a Mario Vaquerizo, Oriol Junqueras, Ana Iris Simón y Alberto San Juan para hablar de religión. El marido de Alaska, defensor inesperado de la Iglesia: “Hijos de puta los hay en todos los sitios. Mamen, estáis lanzando todo el rato mensajes en contra de la institución. Es un error considerar sistémico el problema de los abusos y pensar que hay más casos en la Iglesia que en otros sitios”. Y ante la insistencia de la anfitriona, Mario vuelve una segunda vez. “Cariño, estás muy polarizada, no es todo blanco o negro”. Y Mamen se confiesa: “La Iglesia me ha hecho no creer en Dios. No tengo experiencia de Dios”.



VIERNES

El Informe FOESSA siempre incomoda. Porque recordarle a la clase política que los pobres existen, escuece. Hasta tal punto que se niega. Y se busca deslegitimar las cifras de Cáritas como si se las sacaran de una chistera con una estimación a ojo. O peor, como si estuvieran financiadas por el partido en la oposición como arma arrojadiza. Ni lo uno ni lo otro. FOESSA se defiende por sí misma gracias a quienes recogen muestras, analizan y exponen.

familia sin ingresos

Inversión, y no un gasto, que apuntala y legitima todavía más esa entrega cotidiana a pie de parroquia, donde las estadísticas tienen nombre, apellidos y hambre. Pilar lo defiende en una tertulia televisiva: “Cuando marcamos la equis de la Iglesia, también posibilitamos que exista este censo de pobreza que ningún político se atreve a encargar”. Porque las cifras, lamentablemente, nunca les rentarían.

SÁBADO

Irrumpe ‘Praedicate Evangelium’. Como si tal cosa. Como si fuera un anexo más al bollettino, a las audiencias habituales de Ouellet de fin de semana para repasar las ternas de obispos con el Papa. No lo es. Es la constitución que busca marcar un antes y un después.

DOMINGO

Escapada. Subo un cerro a pie. Empinado y a buen ritmo. Al llegar al punto más alto y contemplar el horizonte, imagino esa sensación de aquellos pescadores que se quedaron ensimismados en la Transfiguración y propusieron afincarse en el Tabor. Pero me toca descender con cierta celeridad, porque me esperan en el llano. Experimento lo complicado de bajar un terraplén. Mejor lento que con resbalón. Abajarse requiere todavía más de una experiencia encarnada de Dios, para que no solo sea un paseo turístico.

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