Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

Los perdedores de la globalización


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El día en el que acababa la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos estuve escuchando en la radio a un miembro de su partido en un español perfecto comentar cómo el presidente saliente había sabido conectar con una gran cantidad de estadounidenses que se sentían como perdedores de la globalización y ninguneados por las élites del gobierno de Washington.



No pude dejar de pensar en el libro del sociólogo Michael J. Sandel ‘La tiranía del mérito ¿Qué ha sido del bien común?’. Porque en él, el famoso sociólogo también se refiere a estos llamados perdedores en una argumentación que tiene una relación directa con los dos anteriores artículos de esta serie. ¿Por qué tantos millones de estadounidenses se consideran perdedores a pesar de vivir en el país más importante del mundo?

Satisfacer deseos

Porque la globalización se ha montado sobre la presunción de que lo que tiene que lograr la economía es satisfacer los deseos de los consumidores. Para ello, hay que buscar producir la máxima cantidad posible a los precios más baratos. Esto satisface los deseos de quien se considera sobre todo consumidor, incrementar su bienestar teniendo más que antes.

Para ello hemos organizado una globalización en la que la producción de algunos bienes (cada vez más) se concentra en grandes empresas que consiguen ofrecer unos precios muy bajos gracias a que buscan el lugar del mundo en el que sus costes son menores y a que las grandes cantidades de producto que venden les permiten poner unos márgenes de beneficios muy reducidos.

Esto parece una gran noticia para quienes pueden mantener sus niveles de ingresos en este mundo globalizado o aprovechan las oportunidades que un mundo interconectado les ofrece para ganar más. Pero al mismo tiempo, hay muchas personas a las que esta manera de organizar nuestra economía les ha dejado sin posibilidades de obtener unos ingresos dignos y sin empleos que les aporten un orgullo de pertenencia o de colaboración en la mejora de la sociedad.

Si a esto añadimos que se culpabiliza a los perdedores por su situación, ya que se les dice que no han sabido aprovechar sus oportunidades; que los cambios se presentan como inevitables y se les indica que las cosas no pueden ser de otra manera y que tienen que adaptarse; y que se les trata, con frecuencia, de manera despectiva por estar en contra de la historia y de las tendencias naturales que parecen regir el proceso globalizador, encontramos abono muy fértil para que se sientan excluidos y rechazados por las élites que ganan con la globalización.