Lo cotidiano esencial


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Mi muro en Facebook es un desfile constante de sentido del humor, amor y esperanza. Tengo ese privilegio de verme rodeado de personas que han refinado el delicado arte del meme positivo, la nota de esperanza y el mensaje de superación personal.  Son pequeñas dosis de humanidad restaurada y estoy profundamente agradecido con todos, pues en su actividad cotidiana me recuerdan que la vida no es tan en serio, que somos comunidad en logro y que a cada paso podemos celebrar.

Buen Humor

Diversos amigos han convertido sus perfiles en centros difusores de comedia y optimismo, cargados de un genuino sentido terapéutico. Sus notas de humor blanco, chistes bobos e ironías en primera persona, perfuman nuestra humanidad, con decoro y pasión compartida.

La chispa de sus memes de nariz roja que saludan jocosos nos acompañan durante el día. En ellos no se asoman ni el sarcasmo, ni el humor pélvico ni la bufonada que cobra víctimas entre la audiencia. Y eso no es casualidad. Solo provocan risas cómodas, carcajadas de empatía, y genuinas sonrisas de hermandad reflejada. Sanan mi ánimo estos médicos de la risa que todos los días visitan la red.

Esperanza

A diario leo también mensajes de resiliencia, convicción por la felicidad y anhelo de mejora. Un tenaz grupo de amigos enfocan su quehacer diario a cargar la pila a los demás. Si es positivo, va a su muro. Con su aliento nos impulsan a todos en un tren de imágenes que, tras destilar sabiduría milenaria, impulsan el autoconocimiento, la tenacidad, la empatía o el autocontrol. Imparten micro cursos de virtud en línea y renuevan la sintonía con el espacio interior (Grün, 2015).

Algunos de ellos más que mandar mensajes positivos, simplemente nos muestran la convicción por lo que hacen. Salvan tortugas marinas y perritos abandonados, practican buen gobierno o progresan en sus trayectorias profesionales, invitándonos a todos a hacer lo mismo.

Amor

También me inspiran todos aquellos quienes se dedican a derramar amor, nomás porque sí. Saben que el Amor, mientras más se comparte más florece. Comparten dosis diarias de asombro y ternura en atardeceres espectaculares, abuelitos sonrientes jugando con sus nietos, elefantitos bebés y pericos saltarines.

Mi corazón salta de gusto al presenciar un viaje anhelado, una boda a distancia, un nuevo bebé y otro –no tan nuevo- graduándose como licenciado o ingeniero. Y pensar que hace poco, sus mamás compartían esas primeras fotos suyas, utilizando un ultrasonido.

Tengo amigos que son la neta del planeta. Y no es presunción, sino testimonio. Gracias a todos por tomarse el tiempo y hacer de su actividad ese regalo diario. Gracias por el espíritu de comunidad en su vida diaria, que reflejan a diario en sus muros, proyectándose en los de muchos más. Gracias por ser ustedes mismos un regalo diario para otros, para mí. ¿Tiene esto un final? Espero que no, pues para mí son estos milagros cotidianos los que hilvanan la esencia de la felicidad.

Referencia: Grün, A. (2015). El espacio interior. Desclée Brouwer