Lecciones de antaño


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Sigo en La 2 los documentales sobre la primera y segunda guerra mundial (coloreados), y la verdad que cuando se ven las causas de la guerra, con la distancia suficiente, puedes llegar a pensar que cualquier día se pueden repetir. Cuando escuchaba los discursos de los dirigentes de entonces me preguntaba, ¿cómo es posible que les puedan hacer caso tan enfebrecidos? Hoy también me lo pregunto en bastantes casos. Tan solo hace unos pocos años, cuando la guerra de Irak, los medios de comunicación no dejaban de bombardearnos con la guerra que se avecina. Una guerra que nos quisieron hacer engullir como inevitable. ¡Será posible! Si era inevitable, como así nos lo vendieron, ¿a qué dedicaron su tiempo los políticos de altos vuelos y las múltiples instituciones internacionales de derechos humanos, de concordia entre los pueblos, de organización de las naciones…?

Si no podemos parar la guerra, ni podemos paliar el hambre, si la población tiene que emigrar o refugiarse, si el terrorismo se internacionaliza y todo lo vemos ya como perdido… ¿Cuáles son entonces las legítimas esperanzas de la humanidad? ¿Para qué sirven las instituciones políticas internacionales?

Es increíble ver en los documentales como antes del desenlace de las dos guerras mundiales, cómo, los dirigentes políticos, de uno y otro lado, hacían acuerdos y mentían con medias verdades. Mentían con intereses o compromisos ocultos, esos que se entretejen en la oscuridad y nunca salen en los discursos vacíos y demagogos. ¿Qué es lo que importa cuando se mueven tantas fichas sobre el tablero? Importa el jaque mate de la hegemonía de unos sobre los otros. ¿Y cuál es la motivación de la confrontación? Al final y al principio –como en la Edad Media, como en todos los tiempos– las razones económicas, sobre las que se basa el poder.

Las motivaciones de los poderosos

No se hace una guerra por principios morales, por derechos humanos, por cuestiones relacionadas con la ética… ¿No pensáis que si fueran otras las motivaciones de los poderosos no habría tantas dictaduras, tantas injusticias sociales, tanta hambre en el mundo, tanto integrismo, tanta marginación, tanto refugiado, tanta degradación del medio ambiente, tanta falta de imaginación internacional?

Los que soñamos con un siglo XXI ¡más humano!, nos mordemos las uñas, como principio de autodestrucción caníbal, al descubrir que, con el hambre, las injusticias sociales y las guerras se producirán miles de muertos, heridos y desplazados, como siempre inocentes; que crecerá más el precipicio entre los mundos del norte y del sur. Y los fundamentalistas –ya sean de oriente u occidente– se mantendrán más en sus trece azuzándonos en el espíritu de la desconfianza y de la cruel violencia. Algún día nos estallará la pantalla del televisor en la cara.

Luchar contra la guerra, contra el hambre, contra la injusticia social, cada uno con sus medios, por muy pequeños que sean, es nuestra seria responsabilidad y también nuestro futuro.