En estos días estoy teniendo la oportunidad de participar en el V Encuentro Mundial de Movimientos Populares que se está celebrando en Roma y que tuvo ayer, jueves 23, un hito fundamental en la audiencia concedida por León XIV en la sala Pablo VI del Vaticano.
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“Cosas nuevas” desde las periferias
En el discurso que nos leyó, León hizo un refrendo emocionado de todo lo que se está haciendo desde los Movimientos Populares en la lucha por las tres “Ts”, “tierra, techo y trabajo” que, hace más de 10 años, proclamó su predecesor, Francisco. Son “derechos sagrados por los que vale la pena luchar”, en un mundo donde “la exclusión se ha convertido en el nuevo rostro de la injusticia social”.
En esa relectura del momento presente, Prevost recordaba cómo la elección de su nombre para el ejercicio del papado tuvo que ver mucho con la encíclica ‘Rerum novarum’ (‘cosas nuevas’) de León XIII y que, hoy también hay ‘cosas nuevas’ que tienen lecturas diferentes según nos situemos en los centros o las periferias de nuestro mundo.
León XIV recibe en audiencia a los movimientos populares
El desarrollo tecnológico y digital, los modelos de vida, la crisis climática, los avances farmaceúticos, la cuestión de las fronteras… se viven muy diferentemente por las personas que viven en medio del mundo opulento occidental o desde los márgenes del mismo, en escenarios de “Sur” -globales y locales-. En boca de León, “se están adoptando medidas cada vez más inhumanas, incluso celebradas políticamente, para tratar a estos “indeseables” como si fueran desechos y no seres humanos”.
Frente a todo ello “el cristianismo, en cambio, se refiere al Dios amor, que nos hace a todos hermanos y hermanas y nos pide que vivamos como tales”.
Campeones de humanidad
En este panorama, el Papa sitúa a las organizaciones de la sociedad civil -también a la Iglesia- como “campeones de la humanidad, testigos de la justicia y poetas de la solidaridad”.
Eso se está viviendo estos días en un lugar emblemático: Spin Time. Un centro social que encarna la plena inclusión de los sectores más vulnerables o descartados. Un nuevo “coliseo” (sólo está a 20 minutos del “gigante” romano) donde, con las fragilidades propias de cualquier lugar donde se concentran personas muy diversas, brilla con una intensidad inusual la solidaridad, la fraternidad, y se hacen palpables las palabras del Obispo de Roma: “Cuando se crean cooperativas y grupos de trabajo para alimentar a los hambrientos, dar cobijo a los sintecho, socorrer a los naúfragos, cuidar a los niños, generar empleo… debemos recordar que no estamos haciendo una ideología, sino que estamos viviendo realmente el Evangelio”.
Garantes de la ética de la responsabilidad
Nuestro mundo necesita cambios. Personales y estructurales. Transformaciones que han de afectar urgente y prioritariamente a las capas más necesitadas y humildes. Aquellas que, aún iguales en dignidad, son desposeídas del lugar que le corresponde en nuestra sociedad.
El Papa nos interpela para que activemos una “ética de la responsabilidad”, que no se quede solo en mano de las élites políticas, científicas o académicas (que a día de hoy no han conseguido revertir la tendencia a la exclusión), sino que concierne a todas las personas y las comunidades.
De nuevo, la pelota está en nuestro tejado. En la capacidad responsable de organizar la esperanza y ser promotores de justicia, humanidad y fraternidad.
Mientras escribo estas líneas, en uno de los intersticios festivos del encuentro, uno de los participantes ha comenzado a cantar en zulú ‘Siyahamba ekukhañyeñi kwe nkosi’ que, luego traducen por ‘Sí, caminemos juntos a la luz de Dios’. Apostemos por ese caminar juntos, que nace de la cultura del encuentro y que es capaz de obrar milagros compartidos porque, como se ha repetido aquí varias veces, la “organización vence al tiempo”.
Anoche, ‘Mama Rosi’, una anciana eritrea que reside en el edificio, me otorgó el privilegio de ayudarla a subir las escaleras desde el comedor -planta baja- hasta el recibidor, desde donde ella accedía a su cuarto. Al llegar al último escalón me dijo en inglés: “Hasta aquí. Ahora vuelve”. Fueron 30 peldaños donde, me sentí entrañablamente acompañado -yo, no ella- y me sentí enviado a “volver” a mi cotidianeidad para poner, desde mi pobreza, la parte que me toca en estas nuevas “entrañas de esperanza” que suponen los movimientos sociales y el trabajo organizado por construir un mundo más justo.
Con temor y temblor… allá voy.
