La vida: luces y sombras


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Las enfermedades son las sombras de la vida. Nadie está preparado para un diagnóstico adverso, que te obliga a recorrer el camino con un acompañante indeseado. Sobre todo, si el pronóstico es funesto o incierto. Porque, si hay esperanza de curación, las adversidades y malos ratos se suelen tolerar algo mejor. Pero, si el tratamiento es paliativo y solo puede prolongar la existencia, a veces en situación precaria y a costa de no pocos sufrimientos, la tolerancia disminuye.



Por el contrario, la solidaridad que la enfermedad a veces genera constituye una de las luces de la vida. El acompañarse en la dificultad, apoyarse los unos en los otros, ayudarnos en el afrontamiento de situaciones difíciles, compartir y compadecer. Todo ese apoyo mutuo es clave para sobrevivir al sufrimiento y quizás convertirnos en personas mejores.

Enorme vulnerabilidad

En los últimos meses he visto enfermar a personas queridas, cercanas, jóvenes. Aun, cuando por mi profesión, esta es una realidad cotidiana, nunca se acostumbra uno al sufrimiento de los familiares, de los cercanos. Ahí se da uno cuenta de nuestra enorme vulnerabilidad, de nuestra necesidad de los demás y de los profesionales sanitarios.

Médico general

Este recorrido por las luces y sombras de nuestra vida se recoge con frecuencia en la literatura religiosa. Así, el libro del Eclesiastés, en su capítulo 3, lo expresa con belleza: hay un tiempo para cada cosa en la vida, nacer/morir, llorar/reír. San Ignacio, en los ejercicios, menciona algo parecido al meditar sobre la indiferencia: vida larga/corta, salud/enfermedad. Reconoce que los dos extremos acontecen por igual, y en ambas situaciones –una más difícil que la otra, pero ambas igual de humanas– somos del Señor y en ellas debemos entregarnos a Él.

Somos del Señor

Finalizo con santa Teresa de Jesús, que, en una de las más hermosas poesías en lengua castellana, dice: vuestra soy, para Vos nací. ¿Qué mandáis hacer de mí?. Y desgrana las dos caras de la vida: muerte/vida, salud/enfermedad, honra/deshonra, guerra/paz, flaqueza/fuerza, riqueza/pobreza, consuelo/desconsuelo, alegría/tristeza, infierno/cielo. En ambas circunstancias, polos antagónicos de nuestra vida, somos del Señor.

Así, bien caminemos por avenidas iluminadas, bien trastabillemos por el valle tenebroso de las sombras de la muerte, en ambos momentos, el ruego es el mismo, expresado en el Padrenuestro: cuando nos llegue la prueba, no nos dejes sucumbir a ella. No permitas que dejemos de creer –y vivir– que Dios es Padre y los hombres somos hermanos.

Recen por los enfermos, por quienes les cuidamos y por este país.