Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

La vejez de Jesús


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Es quizás una osadía imaginar cómo habría sido el Señor si hubiese llegado a ser una persona mayor, pero, sin lugar a dudas, no habría sido un anciano amargado por su edad, gruñón, quejoso ni solitario. Es fácil imaginarlo con una mirada dulce, astuta, inteligente, resiliente, lleno de historias, sabio, libre y rodeado de un millar de gentes aprendiendo de su testimonio vital.



Si, como cristianos, nuestro mayor anhelo es asemejarnos a Él, también deberíamos hacernos cargo de llegar a la vejez con la mejor versión de nosotros, desapegados del ego y de la imagen, asumiendo con alegría y paz todo lo que implica esta etapa de la vida porque también fue creada por Dios para nuestro mayor bien.

Ignorancia generacional

Hace un siglo atrás, el estilo de vida y el paradigma imperante facilitaban el aprendizaje humano individual y colectivo para asumir los costos y bendiciones de la vejez de modo natural. Paso a paso, las personas iban perdiendo algunos aspectos de su vida, pero también aprendían otros, y eso, social y culturalmente, recibía un gran valor.

Tanto en Occidente como en Oriente, los ancianos eran los depositarios de la tradición y la experiencia, siendo capaces de vivir el proceso de envejecer con libertad y respeto. Hoy, sin embargo, es tan grande el temor a ser persona mayor, tal la resistencia a envejecer, que tanto como persona y como sociedad nos “asalta” la más completa ignorancia de lo que implica. Es más, está tan teñida de prejuicios, discriminaciones y edadismos, que el paso del tiempo se enfrenta en soledad y como la peor condena que nos pueden dar.

Urgencia de formarse

Para no seguir cayendo en el infierno de calamidades que profetiza el paradigma actual para la mayoría de edad, ya no podemos dejar el aprendizaje de lo que implica ser persona mayor al azar. Son demasiado fuertes las olas de “juventud” que nos pueden ahogar, provocando baja autoestima, autodesprecio, aislamiento, desvalorización, sin sentido, tristeza y enfermedad física y mental.

Por lo mismo, saber a ciencia cierta a qué nos estamos enfrentando, comprender su complejidad, conocer las pérdidas y las ganancias que conlleva, desmitificar mentiras y anticiparnos a lo que vamos a vivir, es una decisión que no podemos postergar.

Jesus De Nazaret

Cuidado con simplificar

Muchos creen que, para vivir bien la vejez, basta con comer saludable y hacer ejercicios; lo que no está mal, pero hay muchos más factores involucrados si queremos llegar a ser personas mayores luminosas, felices y dejar un legado maravilloso a los demás. Hay aspectos psicosociales, cognitivos, espirituales, políticos, legales, médicos o históricos que debemos dominar para ser como Jesús hubiese sido de haber sobrevivido.

Así, podremos además generar una resistencia que modifique la valoración actual que tienen los ancianos y que se les dé el lugar que corresponde y necesita la humanidad.

Una oportunidad para promover

Como Fundación Vínculo (info@fundacionvinculo.cl), de la cual soy parte, ya llevamos dos años impartiendo un diplomado en Gerontología Psicosocial y Espiritual abierto a todas las personas que trabajan y cuidan a las personas mayores y/o bien quieren aprender a vivir su propio proceso de un modo fecundo y esperanzador y desde una visión trascendente. Hay muchas opciones de estudios hoy, pero nuestro abordaje suma la visión de la espiritualidad a este proceso donde el alma es protagonista. Su coste es mínimo (145 euros aproximado por 260 horas anuales), y ahí compartimos con personas de diferentes países y realidades, y en distintos horarios, para que a todos les pueda servir.

Esta es nuestra forma de gestar una Re-evolución Amorista real, concreta y de calidad para que muchos más vivan con dignidad. Se inicia en abril y termina en diciembre, y entregamos todo el material para propagar este aprendizaje en todas partes. Para mayor información, nos pueden escribir al correo o al WhatsApp +569 85057769.

Es bonito pensar que una iniciativa así en el Cuerpo Místico de nuestra Iglesia suma a la misma Virgen María, a san Juan, a san José y a tantos santos y santas que alcanzaron la vejez con profunda sabiduría y llenos de amor para multiplicar.