Llevamos mucho tiempo, desde finales de la segunda guerra mundial, con un sistema económico internacional que, con muchos cambios, claro está, sigue unas mismas pautas generales. Si a alguien ha beneficiado este sistema durante muchos años ha sido, en especial, a EEUU. Si analizamos las grandes cifras, podemos observar cómo de las diez principales empresas mundiales por capitalización bursátil, 9 son estadounidenses; la renta per cápita del país es la sexta más alta del mundo (tiene más de 170 países por detrás y solamente fue superada en 2024 por Luxemburgo, Suiza, Irlanda, Noruega y Singapur); su influencia política es mayúscula (ahora mismo estoy hablando de este país por eso); el dólar es la divisa más utilizada a nivel mundial lo que permite a EEUU vivir por encima de sus posibilidades año tras año sin que eso suponga un grave problema.
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Además de estos datos objetivos, desde los años cincuenta ha habido movimientos políticos que se han declarado antiamericanos, que consideran a este país como una nación imperialista que representa todo lo peor de nuestro actual sistema. Han visto a EEUU como un gran leviatán que hace que todo el mundo esté a su servicio. Los organismos internacionales, entre ellos la Organización Mundial de Comercio, han sido consideradas como instrumentos al servicio de los intereses estadounidenses contra los que había que luchar.
Sin embargo, la retórica del actual presidente de la nación parece representar una realidad diferente. Piensa que EEUU es un país que se ve claramente perjudicado por el sistema económico internacional, por las instituciones mundiales que EEUU ha construido con otros (incluida la Organización Mundial de Comercio) y por el resto de países que se aprovechan de él. Hasta los más pequeños y pobres parecen beneficiarse con la inocencia estadounidense y sacan tajada de un sistema que solo parece perjudicar a el país norteamericano. Estados Unidos es la víctima de una especie de conjura planetaria que lleva a que las personas de este país se empobrezcan y que sea necesario liberarlo (“el día de la liberación”) de estas cadenas a través de una política de devolución del maltrato sufrido.
Visión autorreferente
Uno se pregunta si ambos están hablando de la misma realidad. Si estamos viendo el mismo mundo unos y otros. Porque, además, una mayoría de estadounidenses (al menos quienes votan) lo ven así, se sienten víctimas del sistema internacional. Se trata de una visión totalmente autorreferente. Cuando solamente me miro a mí, cuando soy el centro de mi existencia, aquello que no va bien conmigo, aunque sea pequeño, lo magnifico. Me tomo muy en serio, soy el centro de la creación y todo lo que me afecta es lo más importante. En estas circunstancias, la responsabilidad de lo malo que me pasa es siempre del otro, de quien está más allá, de quien me trata mal y no se da cuenta de lo bueno que soy. Una sociedad enmimismada tiene esto, la culpa es siempre del otro. Yo soy siempre una víctima, un incomprendido, alguien que no es bien tratado.