Fernando Vidal
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

La reprofesionalización de la sociedad civil


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La sociedad profesional es crucial y parte esencial de la sociedad civil. Si en cada centro de decisión hubiera profesionales con coraje para defender la ética, el país cambiaría. Lo mejor de la respuesta social a la pandemia ha sido el ejercicio de cientos de millones de profesionales que han cumplido su función heroicamente, en condiciones de riesgo para su vida –y, de hecho, muchos han sido víctimas que han enfermado o fallecido–.



Eso nos tiene que convencer de algo que es clave: reconstruir la sociedad exige profundizar en la dimensión de profesión, que en las últimas décadas se ha visto muy dañada por la mercantilización, la corrupción y la superficialidad. Entre esos casos, nos encontramos el siguiente. 

Una directora que dijo basta

 El periodista Fernando Peinado publicó en ‘El País’ del 14 de junio de 2020 una historia en la que se veía cómo la ética profesional de una directora de residencia de mayores, plantó cara a la desatención médica a que estaban sometidos sus clientes. La directora se llama Lidia Sánchez y dirigía en Alcorcón una residencia del grupo empresarial Amalvir, que tiene 42 residencias en España. Entre sus residencias y centros de día, atiende a ocho mil personas. Amalvir Alcorcón tiene 140 plazas de residencia, entre las cuales hay plazas concertadas con la Administración. El 9 de abril de 2020, la paciencia de la directora llegó a su límite y se rebeló contra la política de no hospitalización y desatención médica de mayores de residencias. El País publicó el mensaje que dirigió a las autoridades sanitarias y que compartió con los familiares de sus residentes. 

“Buenas tardes:

Llevo semanas viendo cómo los residentes morían en nuestro centro sin atención hospitalaria, sin los medicamentos específicos para coronavirus porque había desabastecimiento. Sin derivaciones hospitalarias porque los hospitales estaban colapsados.

Entiendo la situación en ese momento pero ahora NO, no la entiendo ni pienso quedarme viendo cómo tengo residentes con positivos, gente todavía sin prueba y con sintomatología respiratoria, que voy a seguir viendo morir.

Me niego, lo siento, viendo cómo las urgencias del HUFA [Hospital Universitario Fundación de Alcorcón] están vacías y camas suficientes para atender a personas, y lo que yo tengo aquí son personas, mayores pero personas, y no se merecen morir en una residencia sin la atención que se merecen, ya no hay nada que justifique que cada una de las personas que siguen aquí reciban la atención que necesita.

Si no se toman medidas YA, voy a tomar otras medidas, si tengo que llamar a las familias para que vengan en sus coches y cojan a su familiar y se presenten en el hospital lo voy a hacer.

Os voy a pasar un listado de personas que deben en este momento recibir atención hospitalaria, si en un tiempo razonable a lo largo del día de hoy no vienen ambulancias a buscar a mis residentes empiezo a llamar familias.

No me parece bien que el hospital me diga que suba dosis de tranquilizante y sujete para poner un oxígeno, me den un tratamiento en pastillas para gente que no come, esto es sentenciar de muerte a la gente y no lo pienso permitir. No es normal que exista tratamiento intravenoso y nos den pastillas, con gente con disfagia, que no come… sabiendo que ese tratamiento es tirado porque es imposible darlo.

Os voy a dar un listado de todos aquellos precisan atención hospitalaria en este momento”.

La profesión, un contrato moral con la sociedad

La profesión es un contrato entre sociedad y persona, a través de un cuerpo intermedio que son las “profesiones”. Una profesión es una disciplina del saber que crea valor público y que da forma a la vida de quien la desempeña. El sujeto profesa en ese servicio social, se dedica a ello comprometiendo sus valores y su modo de vincularse a la sociedad.  

Como cuerpo social, las profesiones tienen una estructura diversa y plural. Algunas tienen una comunidad principal en forma de “colegio profesional” que regula de modo vinculante el acceso a la misma y gobierna el ejercicio. Otras profesiones cuentan con diferentes asociaciones y entidades que articulan el desarrollo y servicio de la profesión. Hay profesiones totalmente libres cuyas organizaciones carecen de capacidad regulatoria, sino representativa. En cualquiera de esas situaciones existen corrientes alternativas y otras entidades que cumplen papeles importantes, especialmente los centros en los que se forman los profesionales, en cualquiera de sus niveles educativos. 

Una interna en una residencia de mayores abraza a su sobrino a través de un plástico. EFE/Biel Aliño

Las profesiones son contratos morales y funcionales entre personas y entre un cuerpo de personas y el conjunto de la sociedad. Está regulado, pero ese contrato moral tiene una relación de obediencia que remite a un marco de derechos superior, como es el caso del juramento hipocrático de los médicos o el juramento de Florence Nightingale de las enfermeras. Si un Estado les exige que maten gente en un campo de concentración, no pueden ni deben hacerlo. Las profesiones se nutren del capital moral de la civilización en la que han surgido o, con mucha frecuencia en el caso de las profesiones de mayor raigambre, remiten al patrimonio moral de la Humanidad. 

Regenerar la sociedad desde la profundización de las profesiones

La regeneración de una sociedad no hace referencia al retorno a unas condiciones anteriores, sino sanar y desarrollar una sociedad de modo integralmente acorde a la condición humana. La regeneración de la sociedad pasa necesariamente por depurar y reforzar el contrato social de las profesiones. Eso necesita de un examen y humanización de la interioridad de las profesiones. La interioridad de las instituciones es el conjunto de códigos deontológicos, experiencias y relatos de referencia, creencias o afirmaciones, modos de sentir y relaciones, así como ritos, símbolos e identidades que constituyen la sabiduría de una corporación y, en este caso, de una profesión. Forma una tradición que se transmite intergeneracionalmente y es el espíritu en el que profesan quienes quieren dedicarse a una disciplina.  Además, las profesiones suelen ser universalistas, trascienden fronteras, forman sociedades profesionales mundiales. Son uno de los pilares fundamentales sobre los que construir sociedad civil global. 

Las sociedades civiles debilitadas deben tener como prioridad el fortalecimiento de la sociedad de las profesiones, es decir, aquella parte de la sociedad civil formada por esos cuerpos unidos por una misma profesión. No se reduce a las organizaciones, sino al conjunto de la actividad de una profesión. La propia ética profesional es en sí un elemento de la sociedad civil. Lo que en una persona hay de profesional, forma parte de la sociedad civil: ese papel social que cumple es una unidad de la sociedad civil. 

Es clave la idea de contrato social, porque una profesión solo tiene sentido como servicio a los otros o a la humanidad. En el caso extremo del poeta, lo es si su belleza se convierte en un bien compartido, sean pocos o muchos sus destinatarios. Cuando una organización profesional se hace autorreferencial y defiende a sus miembros en perjuicio del contrato moral o del vínculo que une al profesional con aquel a quien sirve, no solo se corrompe el ejercicio profesional, sino la propia sociedad civil. 

Activar procesos prácticos de profundización profesional

Una de las tareas más importantes en cualquier proceso de reconstrucción social como la que vivimos -que en realidad no es una mera reactivación económica, sino una reconstrucción de los fundamentos de nuestra civilización- es una renovación de la profesión que cada uno hace en la sociedad

Por eso, en términos prácticos, habría que ayudar a que cada persona hiciera una renovación de ese contrato profesional que tiene con los otros y el conjunto de la sociedad. Sería muy conveniente que se formaran grupos de acompañamiento entre profesionales del mismo ramo, de modo que pudieran revisar cada cierto tiempo su desarrollo, compartir dilemas, discernir juntos los problemas y sus soluciones, así como darse apoyo unos a otros. Hay en esta vía un gran camino que recorrer que mejoraría sustancialmente el sentido de la vida de muchos profesionales y avanzaríamos en la cultura pública de discernimiento. 

Será muy importante que las distintas organizaciones profesionales hagan una profunda reflexión sobre su papel en la reconstrucción. Las universidades y los centros de Formación Profesional cumplen quizás el papel más importante y deben fortalecer mucho más sus procesos educativos de modo que constituyan una verdadera formación moral e integral de la persona. Para eso deben renovar sus pedagogías y crear hábitos asociativos y participativos. 

También hay que ayudar a que los que carecen de una profesión, la adquieran. Nuestro país se caracteriza por una masa laboral precaria y sin suficiente cualificación, que no ha desarrollado una profesión. Toda reconversión exige una reprofesionalización, y se deben poner los medios formativos para que pueda realizarse. 

Si en los puestos de decisión hubiera personas que tienen hondamente interiorizada su profesión, son fieles al contrato moral que por su profesión tienen con la sociedad y pertenecen a organizaciones que defienden dicha fidelidad, la corrupción caería en picado, la calidad de los procesos sociales se elevaría inmediatamente y se velaría por el bien común.