Fernando Vidal
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

La religión nunca es demasiada


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No hay violencia fanática porque haya demasiada religión, sino porque hay poca religión. El degollamiento del profesor francés Samuel Paty y el boicot de sectores musulmanes a Francia han hecho regresar al debate público el papel de las religiones. Continúa el paradigma laicista, que piensa que los fundamentalismos son consecuencia de una excesiva presencia de lo religioso.



Esa afirmación ha dado vuelo a un aumento del ateísmo –especialmente, entre los jóvenes– y a la irrupción de una nueva violencia contra lugares religiosos, como la quema de iglesias en Chile. Han aparecido pintadas en las fachadas de iglesias españolas amenazando con un nuevo aquelarre.

El problema no es si hay poca o mucha religión, sino si verdaderamente es religión. La discusión no es cuál es la verdadera religión, sino cuál es una verdadera religión. La religión implica religación, un vínculo universal y trascendente del orden del amor. Si no, es magia, secta, ideología. No toda creencia en Dios es religiosa.

Vínculo con Dios

La creencia en una doctrina teísta no es suficiente para que haya una religión, sino que la religión es un tipo de vínculo con Dios. Es religión si la religación con Dios y los demás seres es humana, propia del amor. Si no, es otro tipo de relación deshumanizada. Solo hay religión si confraterniza universalmente, si establece una relación de cuidado con la vida y una relación personal amorosa con la divinidad. Lo religioso solo puede amar.

Si hubiera más verdadera religión en la sociedad, la civilización del siglo XXI sería más fraternal, más abierta a la alteridad y cuidadosa. Sobran fundamentalismos, ya sean teístas o ateos, ideológicos o doctrinarios, y falta religación humana y trascendente. La religión nunca es demasiada.

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