Cardenal Cristóbal López Romero
Cardenal arzobispo de Rabat

La primavera ha venido…


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Estamos ya en primavera. Como casi siempre, hemos tenido un invierno variado y difícil de calificar. Para algunos, ha sido seco hasta el punto de no asegurar unas buenas cosechas en los próximos meses; en otras partes, ha traído tormentas, inundaciones y lluvias catastróficas. Para todos, la estación invernal ha tenido connotaciones, por el frío, de encerramiento, de clausura, de repliegue sobre nosotros mismos y de un cierto letargo…



Pero he aquí que llega la primavera y la vida explota: las ventanas se abren, los árboles echan nuevos brotes, las nieves se derriten y llenamos de nuevo los parques y jardines, las calles y las plazas. Los bares reinstalan sus terrazas para favorecer los encuentros humanos amistosos.

Pero, ¡ojo!, ni el invierno es todo negro ni la primavera toda color de rosa. Si la vida brota a borbotones en primavera, es porque el invierno ha trabajado pacientemente las semillas que debían pudrirse para acabar dando frutos. Es gracias al letargo invernal como la vida acumula fuerza y potencia para estallar en primavera; y en esta hermosa estación habrá que estar atentos, porque las malas hierbas crecen junto con el grano; es obligación nuestra hacer lo posible por minimizar el daño…

¿No es este pasaje del invierno a la primavera una metáfora de lo que la Iglesia vive en nuestro tiempo… y quizás desde siempre? Algunos miran a la Iglesia de nuestros días y la encuentran no solo aletargada y dormida, sino azotada por ciclones y tornados que la destruyen y ponen en peligro incluso su permanencia; esa mirada descubre una Iglesia invernal. Otros preferimos ver aquí y allá brotes verdes y realizaciones clamorosas de la gracia en personas e instituciones: es una Iglesia primaveral. Habrá que compaginar ambas miradas, porque las dos reflejan, complementariamente, una misma realidad, una realidad pascual.

Vida cristiana “pascual”

Sí, aunque la imagen sea un poco simplista, el binomio invierno-primavera puede identificarse con el de Cuaresma-Pascua, al menos en nuestro hemisferio norte, que en el sur es otro cantar. En nuestro ambiente, pasar del invierno a la primavera es como pasar de la muerte a la vida: ¡y en eso consiste la Pascua, que ya se acerca!

Toda nuestra vida cristiana debe ser “pascual”, movida por el dinamismo que brota de la muerte y resurrección de Jesucristo: ¡Él es nuestra Pascua!

Buena y santa… Semana Santa. ¡Feliz y pletórica Pascua!

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