La paz no es el destino, la paz es el camino


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Juan XXIII, vive las dos guerras mundiales, y lo hace en el epicentro del conflicto, incluso en la Primera Guerra Mundial, lo hace envestido de sargento de sanidad, vivió los momentos más atroces que cualquier ser humano pueda experimentar. Siendo delegado apostólico en Turquía y Grecia, vive la Segunda Guerra Mundial, revestido de templanza y férreo valor a sus principios solidarios, ayuda a judíos a poder escapara de la percusión Nazi, encuentra en su investidura una oportunidad para salvar vidas, al grado de ser nombrado nuncio apostólico en Paris a finales de la guerra.



Es por ello, que valorar a un hombre que vivió dos experiencias bélicas, es fundamental para lograr un entendimiento a su obra no solo en el fin, sino en las principales motivaciones que poseen, congruente a sus anhelos y producto de sus vivencias, le obsequia a la historia de la humanidad, para conflictos presente y futuros, la ya histórica Encíclica ‘Pacem in terris’ previendo que la paz, mantenga el orden de las cosas, encontrando en la paz un medio para la convivencia entre las personas y el desarrollo de las personas.

El 28 de octubre de 1958 es electo papa, iniciando un pontificado que la propia feligresía definiría como “El papa de la bondad” y no podía ser de otra forma, cuando había vivido la experiencia de conocer al hombre en su modo bárbaro y ajeno a toda bondad, luchando en todo momento por su propia sobrevivencia, asesinando a su semejante, sin razón y manchando de sangre la historia de la mal llamada “Evolución de la humanidad”. Lo sostenía un profundo espíritu de oración; comenzó la renovación de la Iglesia, irradiaba la paz de quien confía siempre en el Señor; coordinó los caminos de la evangelización, del ecumenismo, del diálogo con todos, teniendo la preocupación paternal de llegar a sus hermanos e hijos más afligidos.

La importancia de ‘Pacem in terris’: Promoviendo la paz y el orden en la sociedad

‘Pacem in terris’ es un regalo de quien se oponía siempre a vivir una Tercera Guerra Mundial, encontrando que la mejor manera de evitar un conflicto, es hasta la fecha promover la importancia de la paz, por lo que su estudio de la búsqueda de las causas que generan el desorden, es fundamental para mantener la unidad en las sociedades, ponderando en todo momento que la mejor forma de vivir es bajo la conciencia del orden, en la vida, en el universo y en todo lo que de la naturaleza depende.

Nos propone cuatro valores fundamentales para la búsqueda de la paz, verdad, justicia, amor y libertad, ponderando en principio los derechos y obligaciones de los hombres.

‘Pacem in terris’ nos propone a quienes ejercemos una actividad en la política y en consecuencia ejercemos un cargo en el gobierno el capítulo II ‘La ordenación de las relaciones políticas’ reafirmando en todo momento la importancia de comprender que toda autoridad proviene de Dios y que por lo tanto la relación del gobernante con el ciudadano, es de origen por mandato divino, equilibrando la relación de obediencia con la preservación de la eminente dignidad del ciudadano.

Para quienes nos dedicamos al servicio público, integrando un gobierno o bien ejerciendo la política con vocación pastoral, encontramos en las palabras de nuestro querido pontífice, un reiterado llamado al cuidado del orden, entendiendo a este, como una condición sin la cual no es posible sostener y mucho menos generar condiciones para el desarrollo de cualquier sociedad, encomendado al gobernante la defensa de los derechos de sus gobernados. Pidiendo que toda acción humana se encamine con la guía de Dios a la construcción del bien común.

La Ley como cimiento de la convivencia: En busca de la paz a través del respeto y equilibrio entre derechos y deberes

La ley es la base de toda relación social, la vida en comunidad para el individuo se basa en el respeto a la norma que deberá ser impartida con justicia buscando en todo la verdad, es a través del amor que se forma un vínculo entre la convivencia humana y se preserva el interés mayor, ponderando un bien superior a tutelar por el gobernante en una relación de equilibrio entre su derecho y el deber de ejercicio.

Las comunidades deben relacionarse, considerando los derechos de quienes representan a los grupos étnicos que preceden en derecho, pero no asumen el desarrollo y la actualización de su civilidad a las reglas morales actuales, apostando a un pasado que ya no existe. Sin embargo, es fundamental el conservar las tradiciones, usos y costumbre de quienes dan identidad a toda comunidad; sin importar raza y ubicación geográfica, el orden de las relaciones mundiales, se dan en una visión de globalidad, asumiendo una condición de igualdad, propiciando acuerdos que vayan más allá de un tratado a un modo de vida que haga permanecer a la paz como una forma de vida cotidiana, y no como un anhelo que se destruye en cada conflicto o bien no se logra ante la falta de determinación.

Por ello amigas y amigos, busquemos en Juan XXIII al hombre santo, conocedor de las guerras, pero experto en la condición humana, para forjar la paz, a través de la continua práctica del respeto al orden ya establecido, en una armoniosa relación de valores y principios del derecho natural.


Por Mauricio Eduardo Aguirre Lozano. Décimo Primer Regidor en el Ayuntamiento de Naucalpan de Juárez y ex alumno de la Academia Internacional de Líderes Católicos.