La jungla debe ser un lugar peligroso. Así lo pintan en todas las películas.
Lleno de vida, de plantas exhuberantes, pero con innumerables amenazas entre animales salvajes, víboras, tierras cenagosas… Donde impera la ley del más fuerte y, llevas todas las de perder y morir si no te adaptas al medio. Eso sí, también hay macacos que, desde copas altas parecen reírse de todo lo que acontece “allí abajo”.
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La selva política
No creo que sea difícil asimilar lo anterior a una metáfora del panorama actual político.
La política tiene un potencial exuberante de construcción social y de creación de ámbitos de convivencia y vida. Pero, qué duda cabe, hoy ese horizonte bonito… se ve empantanado por mil y una amenazas y prácticas funestas.
Ante este panorama –del que algunos se ríen “allá arriba”, cual macacos–, cabe la adaptación al medio imitando sus malas artes (ataques, mentiras, medias verdades, fundamentalismos, manipulaciones, descalificaciones, actitudes agresivas, populismos…) o plantar cara y abrir huecos para que la selva pueda convertirse en un vergel, donde se abra paso el bien común.
Pero para ello, es urgente desactivar “el botón del pánico”.
El botón del pánico
Cada vez, identifico más fácilmente temas ante los que cada persona reacciona como si se le hubiese presentado la alimaña más terrible del mundo. Cuestiones que, profesionales de lo político y líderes de opinión, activan continuamente para enardecer a las masas y asegurarse su adhesión a determinadas causas.
Son botones que siempre tienen que ver más con temas emocionales, circunstancias que se arrastran… que con razonamientos objetivos, sopesados y rigurosos. Entre ellos se cuentan, cómo no, todas las siglas políticas (nacionales y foráneas) y sus ideologías, así como sus caras más visibles. Basta que en cualquier conversación salga alguna de ellas, que habrá personas que activen su “botón del pánico”, se pongan a la defensiva –o la ofensiva– y olviden cualquier atisbo de análisis crítico y sosegado.
Pero el elenco es más amplio. Todos/as lo sabemos. Estos son algunos términos o cuestiones asociadas a la acción política…que “hacen saltar” sin más: católicos, LGTBI, feminismo, empresarios, migrantes, tradición, estado, agenda 2030, aborto, subvenciones, activismo, escuela concertada, fronteras, militares, descubrimiento de América, Cataluña, clase de religión, etc, etc, etc.
El antídoto
¿Pero existe antídoto? ¿Se puede evitar estar condicionado o ideologizado, cuando se lleva toda una vida asistiendo a argumentos, influencers, medios de comunicación, etc, que justifican sobradamente la necesidad de activar aquel botón del pánico ante dichos temas?
Está claro que, nadar contra estas inercias, requiere de voluntad, conciencia… y procesos de formación y cuestionamiento. Que no siempre se dan en el ser humano.
Pero, no podemos tirar la toalla. A mí se me ocurre algo que, de obvio parece infantil: aprender a no pulsar. Aprender a contenernos. Educarnos en la sana capacidad de posponer los juicios apriorísticos, ante cualquiera de los temas que “nos tocan” y nos hacen saltar. Cada uno/a los suyas.
Y, en su lugar, dar tiempo a la escucha, la información contrastada, el diálogo con quienes piensan diferente… Porque quizá, así… descubramos que no tenemos todo claro y que, la jungla también esconde rincones preciosos donde sentarnos a conocernos y compartir mochilas y sus contenidos. Eso sí… vigilando para que los macacos no nos las vacíen mientras se ríen.