Fernando Vidal
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

La gran división


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Los posicionamientos sobre asuntos relacionados con familia y vida se forman durante años en ciclos largos que tienen que ver con visiones antropológicas, sensibilidades y prevenciones que solo cambian en la frecuencia de la onda larga.



Independientemente de la necesaria intervención en onda corta en el ámbito legislativo, político o profesional, lo que nos toca en relación a problemas como el aborto, la eutanasia, el sexo o el matrimonio, es sembrar y cultivar las condiciones que hagan posible la transformación.

Una parte sustancial del problema se origina en una división social y eclesial. Las últimas décadas una parte sustancial de la Iglesia se ha sentido excluida y se ha desconectado. Ha habido una praxis eclesial que ha ido estigmatizando o expulsando sensibilidades próximas a preferencias políticas de izquierda. Ahí se encuentra la mayor parte del catolicismo no practicante, más de dos tercios de la comunidad católica.

Aborto 2020

Diálogo y reconciliación

Al haber menos católicos practicantes de izquierdas, esos partidos se han descristianizado: se ha perdido a la multitud que combinaba una ideología de izquierdas y su pertenencia eclesial. Al consumarse esa separación, se ha cortado la contribución cristiana a los partidos, se ha perdido la transversalidad humanista que proporcionaban los cristianos en todos los partidos y estas instituciones políticas son manejadas por sectores más ajenos. Los cristianos en esos partidos se sienten personas sin hogar eclesial, pierden referencias y tienen más difícil poner en comunicación la enseñanza eclesial con las acciones y programas políticos.

Para cambiar la onda larga de los grandes problemas, necesitamos una respuesta sinodal a esta división intraeclesial. La primera necesidad es reconciliar esas exclusiones sistemáticas y reintegrar. Solo eso hará posible un diálogo que en este momento la Iglesia anhela y que no sabe cómo hacer. Es un problema de comunión.

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