José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

‘La felicidad’, asignatura obligatoria


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LUNES

Gabilondo es la honestidad. Me lo dicen. Lo creo.



JUEVES

Debate en la Asamblea de Madrid. A raíz de los dos muertos y varios heridos en los enfrentamientos entre bandas juveniles. El discurso del miedo vuelve a culpar a los menas de “los machetazos” del fin de semana. La presidenta Díaz Ayuso responde. Y saca la cara por el que vino de lejos, al que considera de cerca. “La delincuencia no está relacionada con el origen de las personas, no vuelvan otra vez a mezclarlo. Muchas personas, en el caso de las bandas latinas, son inmigrantes de segunda generación, tan españoles como Abascal, como usted y como yo”. Y su discurso también se hizo viral. Va a ser que hay líneas rojas.

VIERNES

José Luis se indigna. Porque está convencido de que el vaivén público, mediático, político y eclesial de los abusos está haciendo perder de vista lo fundamental. “No son errores, son delitos”. Prescriban o no.

DOMINGO

La bienaventuranza de los perseguidos. Me atrapa. Por la ligereza con la que aludimos a ella desde un victimismo más falso que las carillas de un tronista. La misma con la que nos solidarizamos con boquita de piñón y un avemaría de protocolo con los que sí se juegan la vida para defender la libertad y la verdad en el precipicio.

LUNES

Leo que el ministro de Educación del estado indio de Madhya Pradesh, con una población que duplica la española, va a introducir ‘La felicidad’ como asignatura obligatoria. Ni religión, ni ética, ni ciudadanía. Directamente, enseñar al niño y al joven a cómo ser feliz. “Queremos ayudar a las nuevas generaciones a fortalecerse mutuamente”. Nos separan ocho mil kilómetros y varias culturas. Pero allí preocupa como aquí las altas tasas de suicidio juvenil. Y si en casa no cuentan con herramientas, bienvenida la escuela que da sentido a la vida.

MARTES

La Congregación para los Obispos se tomará su tiempo. Pero que por Nunciatura no sea. Podrán ser más o menos acertadas las ternas. Se las echarán para atrás o las tendrán en una cuarentena pandémica. Pero en Madrid, hoy por hoy, no hay letargo funcionarial en una embajada en la que el engranaje se pone en marcha al instante en cuanto se produce una sede vacante. Y no será por informes.

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