Fernando Vidal, sociólogo, bloguero A su imagen
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

La crucifixión de la luz, de Modica


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El pintor sicilano Giuseppe Modica nació en la aldea de Mazara del Vallo –provincia de Trapani–, famosa por encontrarse en ella el conocido Sátiro danzante, escultura griega en bronce hallada por un pesquero y que representa a un sátiro en éxtasis mientras danza para Dioniso –atribuida tradicionalmente a Praxiteles–. Desde su adolescencia a los 14 años muestra ya un gran talento por la pintura en los que ya se muestra su rasgo más característico que él denomina “una metafísica de las cosas cotidianas”.

A los 18 años estudia Arquitectura y al siguiente año se traslada a la Academia de Bellas Artes de Florencia. Tres años después ya celebraba en Florencia su primera exposición en solitario. Es e mismo año conoce a su esposa Carla. En 1989 gana la cátedra de pintura en la Academia de Bellas Artes de Roma. Una densa y reconocida carrera ha convertido a Modica en uno de los artistas más representativos de la pintura metafísica mediterránea.

En 2016, Modica pinta ‘La Crucifixión de la Luz’, para ser instalada en la espectacular Iglesia Madre de Gibellina, realizada por el arquitecto Ludovico Quaroni en 1985, iglesia célebre por su gigantesca esfera blanca.

El milagro de Gibellina

Gibellina es una ciudad única. Murió y resucitó por la belleza. Capital de Trapani –provincia natal de nuestro pintor–, sufrió el 14 de enero de 1968 un dramático seísmo que hizo perder la vida a 150 vecinos y demolió totalmente la localidad, habitada entonces por unas cinco mil personas. La capital era una villa agraria dedicada al aceite y el vino –en 2018 fue la capital mediterránea del vino–, con apenas medios para paliar aquella destrucción.

El alcalde de Gibellina en ese entonces era Ludovico Corrao (1927-2011), un destacado político católico comunista. Corrao lanzó una llamada a los artistas de todas las tendencias para resucitar la ciudad. A veinte kilómetros río debajo de la extinta Gibellina se invitó a que arquitectos y artistas idearan la nueva Gibellina. Un numeroso grupo se entregó a la misión y el lugar se convirtió en un extraordinario laboratorio de arte y urbanización de vanguardia, una ciudad utópica hecha solo de arte y por arte. En total, 1.200 obras de arte se crearon en el periodo posterior, además de construirse una ciudad bajo inspiración de los mejores arquitectos italianos del momento. Los restos de la antigua ciudad fueron enterrados bajo un descomunal sudario que el escultor Alberto Burri creó con hormigón blanco y llamado ‘Cretto’. Es la obra de arte contemporáneo más grande del mundo. La creación artística fue tan innovadora y masiva, que constituye un crisol del arte italiano del final del siglo XX. Con todo ese conjunto, se creó la Fundación Orestiadi de la que a su jubilación fue presidente el alcalde Ludovico Corrao.

En el conjunto de obras arquitectónicas, la nueva Iglesia Madre destaca como una de las grandes inspiraciones. La Fundación Orestiadi encargó a Giuseppe Modica la realización del gran óleo de la Crucifixión para la Iglesia Madre, que finalmente fue instalado en la primavera de 2016, al borde del 50 aniversario del fatal terremoto de Gibellina que dio lugar a tal resurrección por la belleza. La diócesis acogió con alegría el regalo de la Fundación Orestiadi. Su obispo, el extraordinario monseñor Domenico Mogavero se caracteriza por una fluida relación con todas las fuerzas sociales, culturales y políticas de la diócesis. ‘La Crucifixión de la Luz’ fue una obra especialmente acompañada por Ludovico Corrao, que fue quien personalmente comisionó a Modica para realizarla. Buscaba un artista de la esencialidad y el silencio metafísico. Esta crucifixión expresa el alma de la epopeya de la muerte y resurrección de Gibellina. Constituye de alguna manera “el último testamento espiritual de Corrao” (Diocesi di Mazara del Vallo, 2016). En un artículo publicado en el diario El País, la periodista Isabel Obiols llamó a todo este episodio histórico ‘El milagro de Gibellina’ (Obiols, 2014).

Luz y sombra de Dimas y Gestas

Giuseppe Modica

‘La Crocefissione di Luce’, de Giuseppe Modica es un óleo de 200 x 460 cm. creado específicamente para la Iglesia Madre de Gibellina. El profesor de arte de la Universidad de La Sapienza, Marcelo Fagiolo, considera que es una obra “innovadora y valiente, de profunda espiritualidad y religiosidad, y está en armonía con el tema antiguo y moderno de la tradición milenaria de la Crucifixión, sin repetir la iconografía ortodoxa y habitual sino que la repiensa de nueva forma” (Fagiolo dell’Arco, 2016). Según él, “el misterio de la Luz coincide con el misterio de la Oscuridad que devuelve la luz. Y también se convierte en Luz”.

El Tríptico dedica cada uno de sus cuerpos a las tres cruces del Calvario. En el centro está Cristo y a su derecha la cruz del Buen Ladrón, San Dimas. Ambas cruces están vacías, ya no están los cuerpos de sus crucificados. Al otro extremo está la cruz del Mal Ladrón, llamado Gestas en los evangelios apócrifos. En cambio, en esta tercera cruz, sí permanece colgado el cuerpo de Gestas. Esta primera nota expresa la Resurrección. San Dimas fue el primer santo, elevado al Reino de los Cielos por las palabras del propio Cristo cuando ambos agonizaban en la cruz. Gestas, en cambio, sigue en cruz. Su contorno se distingue nítidamente. El cuerpo de Gestas es lo que se queda, lo que no trasciende y ese resto, sus restos, crean tristeza. Las otras dos cruces, en cambio, hablan de la ausencia de la muerte, de su derrota, incapaz de apropiarse de la vida resucitada de Dimas y Jesús.

El escenario en el que sucede la crucifixión es una obra en marcha. Sucede en un lugar donde está teniendo lugar una construcción, como la que sucedió en Gibellina. Los laterales del tríptico son dos muros de ladrillo que se muestran simétricos salvo tres diferencias. La ventana en el lado de San Dimas es diurna, mientras que la ventana correspondiente a Gestas, está en tiniebla. Desde la ventana de San Dimas se ve el horizonte, las plantaciones. Desde la ventana del Mal Ladrón no se ve nada.

En el alféizar de esa misma ventana se encuentra un poliedro, icono que aparece repetidamente en sus obras del siglo XXI. El poliedro es un encuentro entre la perfección de la esfera y el cubo –lo cuadrado representa tradicionalmente la tierra, lo terrenal–. Los poliedros de Modica son irregulares. San Dimas no es la perfección sino la aproximación a la perfección de la esfera desde la terrenalidad del cubo. En la iconografía clásica, el poliedro –con sus diversas caras y contradicciones– representa el viaje humano entre la tierra y la trascendencia. Así aparece en uno de sus cuadros anteriores, ‘Geometría inquieta’ (Modica, 2012), donde la forma pétrea aparece junto a pirámides y una esfera como una cuerpo vital y transformado.

El tercer elemento del lateral de San Dimas es una escalera. En el centro del tríptico de Modica está cristo y a cada uno de sus lados, hay sendas escaleras. A uno y otro ladrón le ha dado la misma oportunidad. Es más, aún permanecen esas escaleras siempre, una misericordia que no termina ni con la muerte. Gestas no ha aceptado la escalera de Jesús. En cambio, Dimas sí aceptó la escalera, de la que no solo permanece su sombra sino la escalera en sí misma. La escalera –que remite a la escalera de Jacob, la escalera del encuentro con Dios, de la comunicación continua entre Dios y el mundo– sigue presente, para que sea usada por todos los hombres que quieran inspirarse en ese buen ladrón.

Las escaleras del cuerpo central del tríptico ofrecen, además, pasar al otro lado de la valla de madera sobre la que se proyecta la sombra de la cruz de Jesús. Jesús invita al camino de pasar “al otro lado”, de elevar el espíritu para mirar más allá de nuestras vallas. La diferencia entre fondos nos muestra también cómo Cristo tumba todo muro, rasga todo velo que impide el paso a Dios. El muro queda convertido en una valla que se puede cruzar. Por encima de la valla se ve una tierra nueva.

Las ventanas del tríptico no están al mismo nivel. La valla aparece en la ventana de la izquierda puede ser la misma de la parte central, que está más elevada y traída a primer plano. El efecto es que Cristo se acerca a ambos ladrones, incluso en su pasión, viene al encuentro.

Si vemos al fondo del paisaje, hay una cantera, de la que se sacó la roca para reconstruir la ciudad destruida por el terremoto. Esta crucifixión de Modica habla a la realidad vivida por la ciudad rota y ‘crucificada’ por el terremoto, resucitada por el arte y la solidaridad.

Modica pinta este asombroso cuadro en el siglo XXI, casi 200 años después de la crucifixión de estos tres hombres. Ya no están las cruces clavadas en aquel Gólgota, pero su huella permanece entre nosotros indeleble. La cruz sigue presente cuando se ve a la luz de Dios, se ve su sombra en el mundo. Pobreza, sufrimiento, violencia, sinsentido son sombras de la cruz. La promesa es que quien confía en seguir el Camino de Jesús, no quedará preso de su cruz, sino resucitado por su Luz.

Veintiún siglos después de la Crucifixión, todavía siguen descubriéndose, como en el caso de Modica, matices nuevos, nuevas reflexiones, nuevos modos de profundizar en ese misterio inagotable.

Referencias