Flor María Ramírez
Licenciada en Relaciones Internacionales por el Colegio de México

La carrera por la vacuna es también por la igualdad


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El 2020 tuvo un cierre de agridulce con una ansiada luz al final del túnel: la aprobación de la vacuna anti Covid-19. Esa que se espera nos ayude a ir retornando nuestro ritmo de vida previo. Pero quizá ya nada será igual. Para empezar, nunca antes habíamos tenido una movilización en la que confluyen distintos sectores: la comunidad política, científica, el sector privado y sin fines de lucro.



Por otra parte, si bien la aprobación de las primeras vacunas para vencer al Covid-19 se consideran un logro extraordinario que nos regala esperanza y alivio, en este mismo periodo en espera de un antídoto, nos ha dejado ver que la vacunación no será un paso automático y masivo para todos.

El  2020 será también recordado por la visibilización de la desigualdad. El Covid-19 ha profundizado esas desigualdades. Lo hemos visto mediante el aprovisionamiento en anticipo de los millones de dosis por parte de los países más ricos en detrimento del acceso a los países más pobres.

Se estima que un “53% de las vacunas más prometedoras ya han sido compradas por los países más ricos, en donde vive el 14% de la población mundial. Mientras que en los países con menos recursos, sólo 1 de cada 10 personas podría vacunarse en 2021”. [1] En los últimos días he escuchado comentarios de quienes anhelan  que la vacuna se venda pronto en las farmacias, se multiplique a montones y sea un producto de mercado, sin duda ya lo es. ¿En lo personal -si pudiéramos- estaríamos dispuestos a esquivar la fila, acelerar ser vacunados a costa de lo que sea?

Un virus que despierte nuestra conciencia global

El papa Francisco en su mensaje de Navidad Urbi  et Orbi recalcó: “en este tiempo de oscuridad y de incertidumbre por la pandemia, aparecen varias luces de esperanza, como el desarrollo de las vacunas. Pero para que estas luces puedan iluminar y llevar esperanza al mundo entero, deben estar a disposición de todos. No podemos dejar que los nacionalismos cerrados nos impidan vivir como la verdadera familia humana que somos. No podemos tampoco dejar que el virus del individualismo radical nos venza y nos haga indiferentes al sufrimiento de otros hermanos y hermanas. No puedo ponerme a mí mismo por delante de los demás, colocando las leyes del mercado y de las patentes por encima de las leyes del amor y de la salud de la humanidad. Pido a todos: a los responsables de los estados, a las empresas, a los organismos internacionales, de promover la cooperación y no la competencia, y de buscar una solución para todos. Vacunas para todos, especialmente para los más vulnerables y necesitados de todas las regiones del planeta. ¡Poner en primer lugar a los más vulnerables y necesitados!”. [2]

Del proceso de vacunación, leemos cifras, cálculos, listas, proyecciones que nos auguran una compleja prueba de nuestros lazos de cohesión social. Ya los brotes nacionalistas, la estigmatización y la radicalización de las posturas nos atisban una carrera difícil que combina velocidad con resistencia, miedo y euforia a su vez..

Dicen que estas enfermedades no solamente atacan nuestras células corporales, sino también ponen a prueba nuestra capacidad de resiliencia y agregaría, nuestra conciencia. Hemos venido escuchando una jerga médica y logística de la cual seguimos aprendiendo. Hemos aprendido a ser resilientes, no debemos cancelarnos la esperanza que este virus despierte nuestra conciencia global. El progreso de la economía y la ciencia, hoy tangible con la llegada de la vacuna no debe ir en descrédito de la solidaridad y el humanitarismo, que devuelva el respeto de la dignidad y el derecho a salvaguardar la vida de  todas las personas por igual.

 

[1] Inequidad versus Covid-19 

[2] Mensaje Urbi Et Orbi del Santo Padre Francisco. Navidad 2020