Ianire Angulo Ordorika
Profesora de la Facultad de Teología de la Universidad Loyola

Happycracia


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Ya he traído a relucir en este blog a mi amigo Adrián, que es todo un artista dibujando e ilustrando (@sopasconhondas en instagram). El otro día me pasó un diseño suyo en el que se podía leer: “De la felicidad también se sale”. De primeras, aunque me hizo mucha gracia, me dio cierta sensación de pesimismo. Esta duró solo hasta que él me explicó su postura. Me decía que la “happycracia” es un negocio que solo pretende convertir a los demás en responsables de la propia infelicidad. Quizá sea políticamente incorrecto, pero la alegría facilona que se nos vende no nos permite comprender que podemos ser aparentemente desgraciados y, aun así, ser felices, porque depende más de nuestra actitud interior que de cuanto nos acontece.



Yo, que soy más de “Mr. Puterful” que de “Mr. Wonderful”, entiendo muy bien lo que él plantea. La felicidad de verdad no tiene que ver con que todo a nuestro alrededor sea estupendo ni con que todo nos vaya bien. Más bien, se trata de una forma de posicionarnos ante la vida. No podemos elegir la mayoría de las cosas que nos suceden, pero sí tenemos a nuestro alcance decidir cómo situarnos ante ellas.

Priorizar

La realidad es, inevitablemente, muy distinta y mucho más fea de como desearíamos que fuera, pero ser feliz en lo profundo no implica que esas circunstancias cambien. Depende de nosotros mismos descubrir la parte amable de cuanto nos rodea, optar por priorizar lo que realmente vale la pena, ponerle buena cara a la vida y a los demás como un acto de resistencia o permitirnos no hacerlo y ser políticamente incorrectos, disponerse para que la gente tóxica te robe la menor energía posible, pretender situarse desde las propias convicciones aunque estas no sean aplaudidas ni reconocidas… Podríamos seguir la lista, pero prefiero dejarla abierta, así podéis completarla cada uno de quienes me estáis leyendo.

Jeremías, que en la tradición popular tiene bastante fama de “llorón” y quejica, también tuvo su época en la que le protestaba a Dios por cómo era tratado injustamente por los demás. La respuesta divina que recibió fue desconcertante, pues comprendió que él sería vocero divino solo “si sacas lo precioso de lo vil” (Jr 15,19). Es verdad que de la actual necesidad social de “estar siempre bien” también se sale, pero que salgamos, como el profeta era invitado: quedándonos con lo valioso sin negar la presencia de lo rastrero.