Luis Antonio Rodríguez Huertas
Militante del partido Por Un Mundo Más Justo y bachiller en Teología

Hacer el amor… en política


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El que aún no se hubiera publicado este post que ya había escrito, me permite hacer esta breve referencia al fallecimiento de nuestro querido Papa Francisco. Sin duda, Él ha sido ejemplo de este “amar” profundo y transformador al que aludo en mi artículo. ¡Gracias Francisco por el regalo de tu pontificado!



El amor se puede poner “en acto” de muchas maneras. Pero escribo estas líneas en un día, Jueves Santo, en el que hacemos memoria de la –posiblemente–  mejor traducción del amor que ha existido. Al menos para los creyentes. La de la entrega hasta el extremo del Nazareno.

Aunque todo el Triduo nos habla de ello, este día los cristianos celebramos cómo Dios quiso, por la humanidad y la creación, hacerse Amor radicalmente incondicional. La escena del Lavatorio de Pies es una expresión preciosa de ello.

Res non verba

Además, dicho gesto, más allá del poder simbólico y paradigmático que encierra, nos presenta a un Jesús que vive en primera persona aquello que pide para toda la humanidad. Se hace servicio, entrega… pero no como “postureo” o estrategia comunicativa, sino como expresión profunda y auténtica de su ser. En el acto del ‘pediluvium’, Jesús se está reconociendo como quien hace suyo el adagio latino de “res non verba” (hechos, no palabras), y “hace” antes que “dice”.

Políticas y políticos… que aman primero

¿Es posible llevar a la escena política un amor así? ¿O hay que renunciar a ello por utópico o irrealista? Muchas personas se alinearán con esto último. Pero, la otra opción… LA OTRA, con mayúsculas, a buen seguro contribuiría a resolver los grandes desafíos de nuestro mundo.

Porque, si las personas que se dedican a la política “hicieran el amor” con sus actuaciones, con esas enormes dosis de entrega y radicalidad vividas en primera persona, por un lado, difícilmente darían lugar a decisiones y consecuencias que atentasen contra los seres humanos, particularmente contra los más frágiles y vulnerables. Como poco, desescalarían los conflictos y dejarían de echar más leña al fuego. Porque, amar está en el polo opuesto al uso de la fuerza, a sembrar el odio o a construir contextos donde impera el miedo.

Lavatorio de los pies durante el Jueves Santo en la Iglesia del Santo Sepulcro dela Ciudad Vieja de

Pero, por otro lado, los/as políticos/as que se distinguieran por amar –subrayo lo que decía antes, no por estrategia política, que bien pronto se descubriría, sino con autenticidad y espontaneidad–, se erigirían en líderes con una autoridad difícilmente rebatible, más bien, con una fuerza seductora e influyente sin parangón. Personas dispuestas a escuchar sin cansancio, a agotar las posibilidades de encuentro, a perdonar y dar nuevas oportunidades, a “intimar” con sus oponentes para encontrar soluciones buenas para todas las partes implicadas…

Cierto que, también, como sufrió el mismo Jesús ejerciendo dicho liderazgo, no faltarían quienes movidos por egos, envidias o intereses particulares tratarían de poner piedras en sus caminos y, su final, podría también tener tintes trágicos… como el de Aquel.

Pero, es innegable que “peor” no nos iba a ir con líderes así. Todo lo contrario. Serían un soplo de esperanza para nuestra humanidad, que vive harta de quienes solo enturbian, de quienes prometen y no hacen, de quienes se dedican a sembrar rechazos y fracturas, de quienes solo viven para el propio beneficio y se olvidan de “hacer el amor” social, cuyos frutos únicamente pueden ser bellos y buenos.

Ojalá tengamos algún día políticos y políticas así: de los/las que “hacen el amor” hasta el extremo.

Feliz esperanza pascual.