GreenFaith, una iniciativa multiconfesional para la conversión ecológica


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Son tiempos solemnes, llenos de discursos y de palabras a las que agarrarse como tablas de flotación. La psicología moderna nos enseña que cuando vemos nuestro futuro y nuestra vida amenazados, las respuestas posibles son tres: la negación del mal, la búsqueda de un culpable sobre el que proyectar ese mal fuera de nosotros o la acción comprometida de quien se mete en el barro de la realidad y arrima el hombro y la esperanza.



Es evidente que las dos primeras son subterfugios defensivos de nuestra pobre mente acosada para escapar libres de cualquier responsabilidad y, por tanto, de cualquier compromiso. Tienen su origen en dos actitudes mágicas muy antiguas para enfrentarse a los problemas del mundo: lo que no se menciona, no existe, nos dice la primera. Mucho se habla estos días de negacionistas del cambio climático o de dirigentes que han sido ciegos a la dramática realidad del COVID-19.

Los Trump y los Bolsonaro tienen también pintorescos representantes en España entre las filas de la ultraderecha política más recalcitrante. Cerrar los ojos a la realidad y volverlos a una ficción más grata es un recurso sencillo, infantiloide, paranoico, que requiere solo la complicidad de una inteligencia simple.

Negacionistas interesados

Hay también negacionistas interesados, es decir, astutos ‘lobbies’ que vocean las tesis climáticas negacionistas, a sabiendas de su falsedad, para defender intereses económicos de la minería extractiva, los megamonocultivos, la extracción maderera en masa, los combustibles fósiles o las empresas industriales de alto impacto ambiental que, a sabiendas del daño que causan, lo niegan y lo seguirán negando, como lógico mecanismo de supervivencia en el juego de fuerzas devoradoras que es la economía. Su poder llega fácilmente a los despachos políticos y desde allí participan sin recato alguno en el diseño a medida la ideología del partido que los alberga al albur de los patrocinios necesarios.

La segunda actitud, culpar al otro, es magia proyectiva: la tarea del chamán ha sido siempre extraer el mal de nuestro cuerpo y lanzarlo fuera de él, lo más lejos posible. Hoy también encontramos resabios petrificados de esta magia que nos libera de la culpa terapéuticamente y la descarga en el otro. El otro, el diferente, el que habla distinto, el que tiene la piel distinta, el vecino de arriba o el de abajo, el del pueblo de al lado, el que profesa otra religión o transita en el confuso territorio de las periferias.

Responsabilidad compartida

La tercera actitud, en cambio, es fruto de la madurez consciente de quien sabe entender su propia responsabilidad compartida y trata de encontrar antes soluciones que culpables. Resulta evidente que nuestra visión de cristianos se alinea con esta tercera vía. Así trabaja también la organización de la que hoy me gustaría hablarles.

GreenFaith es un esfuerzo global en red de redes que comparte la preocupación ética sobre el futuro del planeta. Una red construida desde la multiconfesionalidad de las religiones que comparten la idea de que el planeta es sagrado, como sagradas son cada una de las personas que lo habitan, lo habitaron y lo habitarán.

Discurso programático

No les fue difícil lograr un acuerdo en diez puntos que constituye una especie de discurso programático. Aquí está, invitándonos s suscribirlo, casi como una actualización en clave ecológica de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948:

1. Una energía cien por cien limpia y renovable para todos, especialmente para esos 800 millones de personas que aún no tiene acceso a la electricidad.

2. Unas finanzas internacionales comprometidas con los valores de la compasión y la solidaridad. Mayor presupuesto para la recuperación postCOVID, para infraestructuras y para la industria y la agricultura sostenibles.

3. Una asistencia médica y un seguro laboral universales.

4. El respeto y la defensa de los derechos legales de los pueblos indígenas.

5. La hospitalidad abierta con las comunidades migrantes.

6. Una reparación climática desde los países desarrollados, transfiriendo finanzas y tecnología como reconocimiento de una deuda ambiental y colonialista.

7. Para el 2030, la emisión neta cero para los gases de efecto invernadero en los países desarrollados. Para el 2050, la transferencia internacional de tecnología y finanzas hacia los países en desarrollo debe permitir las emisiones netas cero también a nivel global.

8. La biodiversidad es un don sagrado que debe ser conservado. Cese inmediato de la deforestación y de cualquier nueva exploración o infraestructura para la extracción de combustibles fósiles.

9. La prohibición expresa de inversiones oficiales en la financiación de la industria de los combustibles fósiles o la agricultura industrial explotadora.

10. Un liderazgo unánime desde las enseñanzas éticas de nuestras religiones, que permita dar paso a una vida equitativa y pacífica para todos.

Más información: greenfaith.org