¿Fue la compasión lo que nos hizo humanos?


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Estos días de atrás he estado leyendo un libro muy interesante: ‘Evolución humana: Prehistoria y origen de la compasión’ (Almuzara, 2019), de Roberto Sáez Martín. La tesis del libro es que precisamente los actos compasivos con los miembros más vulnerables del grupo social de pertenencia fue lo que nos hizo humanos. O al revés, lo humano se va manifestando precisa y específicamente en esos comportamientos compasivos con los más necesitados.



Partiendo de la complejidad del panorama de los orígenes de lo humano que se dibuja, así como de la dificultad de interpretación de los hallazgos paleoantropológicos, en el libro se ofrecen expresivos ejemplos de cómo aquellos lejanos individuos que forman parte de la trayectoria humana (homininos los llaman ahora), aproximadamente desde hace unos dos millones de años, se preocuparon por miembros del grupo que necesitaban cuidados extraordinarios para su supervivencia en los ámbitos de la alimentación, la higiene, la sanidad, etc. Aunque fueran una “carga” para el grupo, estos miembros más débiles fueron sostenidos y ayudados por los más fuertes.

Vacunación

La lectura de este libro coincidió en el tiempo con las primeras vacunaciones en nuestro país (y en los demás de nuestro entorno). Todos recordaremos las imágenes de ancianos recibiendo la vacuna, algunos hasta centenarios…, y a nadie –o a casi nadie– preguntándose si no sería un desperdicio gastar esas vacunas tan necesarias en personas que quizá las iban a “aprovechar” poco. A lo sumo, el protocolo de vacunación mantiene que “en el caso de personas en situación terminal, el personal sanitario responsable de su asistencia valorará la vacunación de estas personas de manera individual”, o sea, que ni siquiera a las personas en esas condiciones se les niega tajantemente la posibilidad de vacunarse.

Son muchos los textos bíblicos que valoran la compasión o la misericordia. Si hubiera que destacar uno, quizá me quedaría con esta recomendación de Jesús en el Sermón del llano lucano: “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36). Si, según la mentalidad bíblica, el ser humano es imagen de Dios, no puede extrañar que la misericordia o la compasión forme parte de su ADN.