El concepto “mundo negativo” se usa para denunciar un mundo que algunos cristianos perciben indiferente y hostil hacia Jesucristo y en el que se sienten incomunicados, sin posibilidad de hablar de Dios. Sin caer en una visión tan pesimista, es cierto que uno de los problemas centrales de la evangelización es la ‘designificación’ que ha sufrido nuestra sociedad y la dificultad del cristiano para comunicar palabras, gestos, signos y símbolos que sean públicamente percibidos y legibles.
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Sin embargo, las celebraciones funerarias alrededor del papa Francisco han supuesto la mayor y más transversal movilización humana de la historia, y el Papa ha sido extremadamente significativo para todos. Especialmente, resalta cuánta gente tan distinta y ordinariamente alejada de la Iglesia, o abiertamente contraria a ella, se ha interesado, conmovido, interrogado, interpelado ante los gestos del pontificado. Por doquier se pone de manifiesto que el planeta entero ha captado con transparencia y relevancia los gestos y palabras de Francisco.
El Papa abrió una brecha en el sentimiento de incomunicación e incomprensión que falsamente parecía cercar a los cristianos y les hacía percibirse aislados e impotentes en ese mundo que sentían negativo y hostil. Multitud de gestos del Papa y su lenguaje de hechos han sido percibidos, entendidos, admirados, han llegado al fondo del corazón de este mundo varado al margen del camino, ciego, sordo y mudo.
El lenguaje del corazón y la sabiduría
Hasta muerto fue capaz de dar potentes mensajes de sencillez, austeridad, unidad, humildad y servicio a los pobres. No es que haya cambiado el mundo, sino que, como si el mundo fuera una gran plaza de Pentecostés, el papa Francisco supo hablar el lenguaje del corazón y la sabiduría. Francisco abrazó el corazón del mundo y supo hablarle sin abusos, sin imponer poder, con claridad, con misericordia, vecinalmente, sin herir la libertad.
Francisco ha recomunicado al cristianismo con el mundo.