¿Es Dios feminista?


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La verdad es que sería una temeridad responder a esta pregunta. Primero, porque atribuir a Dios una cosa u otra suele resultar algo bastante atrevido. Y, segundo, porque habría que definir lo que es el feminismo –tan presente en nuestros días–, ya que últimamente estamos viendo diversos modelos de feminismo, que incluso disputan entre sí. En todo caso, sí me parece interesante, a propósito del feminismo, echar una ojeada a unos textos bíblicos que vienen muy a cuento.



Los textos son, como cabía esperar, los que figuran en los dos primeros capítulos del libro del Génesis. En el primero de ellos se lee: “Y creó Dios al hombre [adam] a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón [macho= zakar] y mujer [hembra = neqebah] los creó” (Gn 1,27). Como se puede comprobar, el varón y la mujer están en un plano de absoluta igualdad: ambos, en su diferenciación sexual, constituyen el “hombre”, es decir, el ser humano, la persona.

El segundo texto es el de Gn 2,18: “El Señor Dios se dijo: ‘No es bueno que el hombre [adam, aquí con el sentido de varón] esté solo; voy a hacerle a alguien como él, que le ayude’”. Algunos han leído en este texto una clara subordinación de la mujer, rebajada a la categoría de mera “ayuda” del varón. Sin embargo, lo que dice el texto hebreo es ezer kenegdô, algo así como una “ayuda correspondiente”, es decir, alguien que está frente al otro, que es “como él” (como reza la traducción). No se trata, pues, de que alguien inferior eche una mano a alguien superior, sino de alguien al que poder mirar a los ojos, con el que se puede dialogar de tú a tú y con el cual emprender un camino juntos.

De esta manera, en estos pasajes iniciales e importantes de la Biblia se percibe una visión del ser humano realmente igualitaria: hombres y mujeres son criaturas de Dios, iguales ante él. Esto llama poderosamente la atención, habida cuenta de que nos encontramos ante textos oriundos del Próximo Oriente antiguo (en torno al siglo VI a. C.), nacidos en unas sociedades claramente patriarcales en las que las mujeres ocupaban un papel netamente secundario. ¿Es esto feminismo?