Flor María Ramírez
Licenciada en Relaciones Internacionales por el Colegio de México

¿En medio de la crisis, la corrupción?


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La corrupción parece también una plaga endémica que en momentos de crisis nos recuerda que sigue ahí. Precisamente hace ya varias semanas seguimos el escándalo mediático de la extradición de España a México de Emilio Lozoya, principal rostro del Caso Odebrecht en México.



En días recientes, las filtraciones de la denuncia interpuesta por Lozoya corrieron como pólvora provocando explosiones en la clase política. Todo esto en medio de la polémica por querer transparentar los procesos de compras en medio de la pandemia para mantenerlas lejos de la corrupción.

Según el Barómetro Global de Transparencia Internacional, México ‘triunfa’ con el país con el 51% del índice de sobornos en toda la región, por ejemplo. El INEGI estima que el costo a consecuencia de la corrupción por trámites vehiculares, de educación pública, registro civil o contacto con autoridades de seguridad pública es de 7,217 millones de pesos, equivalente al 0.4% del PIB.

 

En nuestro país, el fenómeno de la corrupción ha co-existido por décadas en forma de soborno, tráfico de influencia, o intercambio de favores a la par de un intento por construir instituciones democráticas y un Estado de Derecho sólido. Hoy no es tan claro que esta construcción se haya logrado. Para ello, es importante comprender que la corrupción no es un hecho aislado. En México nada del Caso Odebrecht habría ocurrido si los contratos públicos tuvieran candados que eviten la discrecionalidad de funcionarios a proveedores previamente. O bien si hubiese mayores regulaciones al financiamiento de campañas electorales permitiendo detectar de manera oportuna la presencia de contribuciones de dinero ilegales que se dan en ‘lo oscurito’ o de contribuciones particulares no reportadas. Hay todo un entramado que facilita que los pequeños o grandes actos de corrupción ocurran por personas que ostentan o no un cargo público.

De forma más extendida en las ciudadanos de a pie, hay una falta de acceso a la verdad y el ejercicio limitado de nuestro derecho a estar informados son limitantes que expresan solamente el desinterés y hartazgo de la ciudadanía. Cada vez es más frecuente enterarnos de cómo operan las redes de corrupción desde el comerciante informal hasta altos funcionarios. Todas y todos, en menor o mayor medida estamos familiarizados con la idea de “sacar beneficio de las necesidades ajenas”. Ojalá en esta pandemia no olvidemos que la necesidad ajena, es también tarde o temprano la necesidad nuestra. Y con ello tengamos la oportunidad de exigirnos como sociedad un alto compromiso con la justicia, la ética y la transparencia. Podemos empezar con pequeños actos de rendición de cuentas, de gratuidad y de honestidad.

Hablar siempre de una trama de corrupción es muy necesario, más allá de cualquier temporalidad mediática. Pero hoy, en medio de la pandemia es importante mostrar que hay ciudadanas y ciudadanos, cansados de ver los efectos colaterales de la corrupción. A partir de hoy, quisiéramos ver propuestas más confiables de cómo se evitará en el futuro la corrupción.