En el corazón de María


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“Con los años había imaginado a menudo qué herencia le dejaría a su hijo, qué parte de sí mantendría él. No imaginaba, al menos antes de las últimas semanas, que en lugar de eso sería ella quien recibiría un testamento, la carga de proseguir cuanto él había interrumpido”. Estos son los pensamientos que se amontonaban en la mente desolada por el dolor de María durante las horas que pasaban lentamente entre la muerte de Jesús y su resurrección. Mariantonia Avati en el intenso libro ‘El silencio del sábado’ (Milano, La nave di Teseo, 2018) trata de ponerse en el lugar de la madre de Jesús, intenta imaginar cómo esta mujer vio humanamente su papel de madre y cómo -en un recorrido largo y doloroso- llegó a la comprensión de cuál era su deber como madre del hijo de Dios.

El mérito principal de este libro -muy bien escrito, con una prosa simple y eficaz- es el de restituirnos una imagen de María más real y más humana de aquella a la que estamos acostumbrados, imagen a menudo transformada en una rígida estampita alejada de lo que debió ser la realidad. La realidad de una mujer jovencísima que supo aceptar una propuesta maravillosa y dificilísima, y que día a día supo inventarse un papel que nunca se había visto y nunca se volvería a ver después de ella.

María, partícipe de la redención

Una mujer que crece junto al hijo en el transcurrir de los días, y para la que la frase del evangelista Lucas “guardaba todas estas cosas en su corazón” (Lc 2:51) es una realidad profunda que la transforma y la hace crecer espiritualmente. María es por tanto una criatura humana que como todas las criaturas recorre su camino con debilidad y coraje a la vez, con confianza y miedo. Y este simple hecho la hace más cercana, más comprensible a nuestros ojos, y al mismo tiempo nos ofrece un modelo que, sí, es inigualable, pero que en muchos sentidos nos sugiere ideas para un camino espiritual fuerte e innovador.

Pero otro punto que la autora ha imaginado, con coraje y sutileza, es si Jesús habría pedido a su madre que le ayudara a soportar la pasión, a resistir el dolor. La María que sufre por el hijo por tanto es también la que entiende cómo y dónde ayudarle en su tarea escondida y tremenda en el “silencio del sábado”, hasta la resurrección que, en cierto sentido, es posible también porque ella sigue creyendo, esperando.

María es por tanto en este relato verdadera partícipe de la redención de Cristo en un sentido profundamente consciente, sobre todo porque alcanza a comprender que Jesús puede seguir viviendo solo si los seres humanos aprenden a escuchar y vivir sus palabras, tan nuevas y revolucionarias. Nuevas también en lo que respecta al puesto de las mujeres, del que ella es testimonio y memoria.

Esta novela es por todo esto muy absorbente y capaz de sugerir nuevas ideas e interpretaciones de la pasión de Jesús, gracias precisamente a una implicación personal que incluye abiertamente el hecho de que la autora es mujer y madre.