Ianire Angulo Ordorika
Profesora de la Facultad de Teología de la Universidad Loyola

El silencio: apuesta por la concordia


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No os voy a negar que, con la que está cayendo, me siento bastante tentada de escribir sobre la cuestión política y social que estamos viviendo en estos días. Se queda solo en “tentación”, porque creo que tengo muy integrada una de esas normas no escritas que una aprende de pequeña: para mantener la armonía en la mesa, lo mejor es no hablar ni de política ni de fútbol. Esta puede parecer una postura mediocre de quien prefiere no implicarse demasiado, pero también delata la intuición profunda de que más vale callar temas importantes que generar separación y división con la gente que nos importa.

Cuando algo nos afecta de manera visceral resulta muy complicado poner cabeza fría y generar espacios de diálogo sereno. Si dejamos que las vivencias y la historia personal de cada uno lleven la batuta, los relatos sobre lo que sucede resultan historias totalmente opuestas y ponerse en la piel del otro para encontrar puntos de conexión se convierte en una misión imposible. Por eso, acallar en ciertos momentos las propias opiniones no siempre es un acto cobarde, sino que puede tratarse de una apuesta decidida por la concordia, una opción a favor de cuidar las relaciones personales frente a cualquier ideología.

Quizá solo renunciamos a imponer nuestro punto de vista cuando también estamos dispuestos a silenciar algo de cuanto opinamos. Quizá solo así podamos dejar en un segundo plano nuestras ideologías y apostar decididamente por las personas, buscando juntos el bien común… ¡que buena falta nos hace! Pero, como nos recuerda ‘Eclesiastés’, habrá que decidir en qué tiempo estamos, pues “hay un tiempo para callar y un tiempo para hablar” (Ecl 3,7).