David Jasso
Provicario episcopal de Pastoral de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

El Rosario en tiempos de distracción


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Octubre nos recuerda una tradición que parece sencilla y, a los ojos de muchos, incluso repetitiva: el rezo del Rosario. Pero quizá ahí está su secreto. En un mundo saturado de pantallas, notificaciones y prisa, detenernos a repetir lentamente las mismas palabras puede ser un acto profundamente liberador.



No se trata solo de contar cuentas. El Rosario es como un latido. Cada Avemaría acompasa la respiración y nos saca del torbellino de pensamientos dispersos en el que vivimos. Quien lo ha rezado en un hospital, en un velorio o en un largo viaje en carretera, sabe que es mucho más que una devoción: es un refugio interior donde la mente se calma y el corazón se abre.

La vida moderna nos ha vuelto expertos en la multitarea, pero a veces incapaces de estar presentes. El Rosario, con su cadencia repetida, es un ejercicio de atención. Nos obliga a enfocar el alma en un misterio de la vida de Jesús y de María, mientras las palabras sencillas fluyen una y otra vez. Esa repetición, que podría parecer monótona, se convierte en profundidad: cuanto más se repite, más penetra en el corazón.

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Personas haciendo el Rosario. Foto: Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe

El Rosario también nos recuerda que no estamos solos. Aunque lo rece una sola persona en silencio, siempre se hace en compañía: María está allí, y con ella toda la Iglesia. Es como caminar de la mano de alguien que conoce el camino y que nos repite con ternura: “Estoy contigo, no te sueltes”. En un tiempo donde la soledad pesa tanto, esta oración es un hilo invisible que nos vincula con millones de creyentes a lo largo de los siglos.

Hay quien dice que el Rosario es una oración del pasado. Yo creo lo contrario: es una oración del futuro. Porque quien aprende a rezar con calma en medio de la prisa, quien se ejercita en contemplar los misterios de la vida de Cristo en medio de un mundo fragmentado, está entrenando la esperanza. Está aprendiendo a no dejarse arrastrar por la inmediatez y a mirar más allá de las turbulencias.

Tal vez en este mes podamos darle una oportunidad nueva. No como una carga o un deber, sino como un descanso del alma. Tomar el Rosario en la mano y dejar que cada Avemaría sea como una gota que cae sobre la piedra dura de nuestras preocupaciones, hasta que la suaviza. Rezar el Rosario hoy es, en cierto modo, un acto de resistencia contra la dispersión y un gesto de confianza en el amor que sostiene todo.

Lo que vi esta semana

Al papa León XIV anunciando que el sábado 11 de octubre se celebrará un Rosario por la paz en la Plaza de San Pedro, dentro de la vigilia del Jubileo de Espiritualidad Mariana.

La palabra que me sostiene

María conservaba todo esto, meditándolo en su corazón”. (Lc 2,19)

En voz baja

Dios te salve María…