Trump se ha entronizado Papa. No es solamente una broma de mal gusto una semana después de haber querido acompañar en primera fila el cuerpo presente de Francisco, sino que realmente Donald Trump está convencido que podría hacer el papel de Sumo Pontífice mejor que nadie. Pero el mensaje tiene mucho mayor alcance porque Trump sí sabe que el movimiento fundamentalista cristiano y católico que está en la base de la pirámide que corona está dándole forma al cristianismo del siglo XXI. No es que Trump quiera ser Papa, sino que en parte ya se siente Papa. Más que Papa porque se cree el mayor líder del cristianismo mundial.
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Trump se concibe como un nuevo Rey David del mundo y tiene los mayores poderes del planeta a su servicio para prohibir libros, eliminar asignaturas críticas, represaliar profesores, perseguir a pastores, criticar desde la Casa Blanca homilías, hacer quebrar ONG de la Iglesia o difundir bulos contra el Papa, cardenales y obispos.
Fanatismos y excesos
La comediante Lalachús con una medalla que satirizaba el Sagrado Corazón de Jesús o la mofa de Thomas Jolly imitando la Última Cena en la inauguración de los Juegos Olímpicos de París son un juego de niños en comparación con esta imagen publicada por Donald Trump como mensaje el Cónclave de la Iglesia Católica. Aquello se reía de los fanatismos y excesos que tantas veces cometemos los cristianos. La imagen de Trump es un mensaje directo al Cónclave de quién tiene el verdadero poder en el mundo, es una advertencia para que se piense muy bien a quién elige.

Imagen hecha con inteligencia artificial, tomada de la cuenta oficial de la red social Truth Social @realDonaldTrump
Como un tiránico emperador romano, Trump no solo se ríe en pleno cónclave de la Iglesia católica y del recientemente fallecido Papa Francisco, sino que envía una estampita que es un chantaje a la Iglesia. Parece decir: si no son “responsables” y eligen a un Papa ortodoxo, tradicionalista (solo de la tradiciones del poder, no las de las primeras comunidades cristianas) y supremacista, aténganse a las consecuencias. Ha ido más lejos que Enrique VIII y con motivos todavía más peligrosos: el Papa soy Yo, dice Trump.
Sin embargo, no creo que la Iglesia dude. Por el contrario, los ejercicios de nudo poder que se dejan ver claramente estos días, hacen ir en la dirección opuesta. Tengo la plena seguridad de que ante las amenazas de cisma y la arrogancia del poder, este va a ser el Cónclave de la Libertad. No será como la farsa del Día de la Liberación que montó teatralmente Trump para anunciar sus absurdos aranceles. No, este Cónclave va a ser un ejercicio de libertad frente a los poderosos del mundo para poner las llaves de Pedro en manos de quien tenga en sus labios dos palabras: Solo Cristo.