El libro del papa Francisco para soñar el futuro


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Tendré que esperar, como regalo de Navidad, la lectura de las conversaciones del papa Francisco y su biógrafo, el vaticanista inglés Austen Ivereigh, publicadas con el título ‘Soñemos juntos: el camino a un futuro mejor (Plaza & Janés); ‘Let Us Dream. The Path to a Better Future’ (Simon & Schuster); ‘Ritorniamo a sognare. La strada verso un futuro migliore’ (Mondadori); ‘Un temps pour changer. Viens, parlons, osons rêver…’ (Flammarion). Por ahora debo conformarme con algunos renglones que han compartido quienes en primicia han leído el libro.



De esta pandemia “o salimos mejores o salimos peores”

Escrito durante los meses de confinamiento, el libro se refiere a esta circunstancia –la pandemia– que Francisco propone aprovechar “para salir de ella mejorados como sociedad y como personas”, escribe Darío Menor, el corresponsal de Vida Nueva en Roma; la agencia EFE anota, por su parte, que esta circunstancia “ha puesto de relieve de una manera aún más evidente la crueldad y la desigualdad que nos rodean”; y según Joshua J. McElwee, corresponsal de National Catholic Reporter, Francisco “reflexiona acerca de cómo el mundo debería cambiar después del coronavirus para superar las desigualdades sociales, políticas y económicas”.

En palabras de Francisco en el prólogo de su libro que encontré en el sitio web de Flammarion, “no se sale indemne de una crisis: salimos mejores o salimos peores”. Francisco hace notar en el prólogo que existen otras pandemias: el hambre, la violencia, el cambio climático. Comenta, también, que en esta crisis él ve cómo la misericordia de Dios se desborda en gestos
de misericordia de quienes han asumido el cuidado y la atención de las víctimas. Y me dio gusto saber, por la tabla de contenido, que el papa latinoamericano estructuró su libro en tres capítulos según el método muy latinoamericano ver / juzgar / actuar: “Un tiempo para ver”; “Un tiempo para escoger”; “Un tiempo para actuar”.

Según la información de las agencias de prensa y de los corresponsales de medios que habitualmente sigo, las páginas que escribió Francisco abordan diversos aspectos de la realidad mundial. El corresponsal de National Catholic Reporter, Joshua J. McElwee, registra que en cuanto a los temas de carácter social, repite sus críticas al sistema capitalista y propone un ingreso básico universal financiado por los gobiernos para atender las necesidades fundamentales de vivienda y alimentación. Por su parte el corresponsal de Religión Digital, Jesús Bastante, señala que el libro equipara, como problemas morales, el aborto, la eutanasia y la pena de muerte con la contaminación de los ríos y la destrucción de la selva. Y subraya este corresponsal que “el Pontífice arremete contra el ‘cáncer del clericalismo’ en la Iglesia que se pone en práctica cuando uno por ser cura se siente ‘con derechos sobre los demás’ y que es una ‘perversión de la vocación’”, contexto desde el cual, “en otro pasaje del libro hace referencia al ‘dolor y vergüenza’ de los abusos sexuales”.

¿Ordenación de mujeres o sacerdocio de mujeres?

Según las fuentes que acostumbro seguir, el libro se refiere la ordenación de mujeres también en este contexto del clericalismo: “Quizá debido al clericalismo, que es una corrupción del sacerdocio, mucha gente cree que el liderazgo en la Iglesia es exclusivamente masculino y decir que [las mujeres] no tienen un verdadero liderazgo porque no son sacerdotes es clericalista e irrespetuoso”, escribió Joshua Reynolds citando al Papa.

Como es de suponer, desde la mirada de mujer de este blog me detengo en esta afirmación, que comparto de corazón en cuanto considera que el clericalismo “es una corrupción del sacerdocio” –aunque, con todo respeto, sería preferible pensar en corrupción del ministerio o servicio que prestan obispos y presbíteros en la Iglesia– y comparto también que “decir que [las mujeres] no tienen un verdadero liderazgo porque no son sacerdotes es clericalista” porque reclamar el sacerdocio para las mujeres –o para los hombres– es una posición clerical. Repito, el sacerdocio; que no es teológicamente lo mismo que ordenación. El sacerdocio se enmarca en la lectura sacerdotalizante preconciliar de la ministerialidad eclesial mientras la ordenación de hombres o de mujeres para servir en la Iglesia se enmarca en la eclesiología de Vaticano II y su interpretación de los ministerios eclesiales. Dos perspectivas diametralmente opuestas que corresponden a contextos históricos diferentes.

He seguido anteriores intervenciones de Francisco sobre ambos temas –clericalismo y ordenación de mujeres– y su preocupación acerca del peligro de clericalizar a las mujeres permitiendo su ordenación. La expresó en Querida Amazonia (2020) al proponer “evitar reducir nuestra comprensión de la Iglesia a estructuras funcionales”, precisando que “ese reduccionismo nos llevaría a pensar que se otorgaría a las mujeres un status y una participación mayor en la Iglesia sólo si se les diera acceso al orden sagrado. Pero esta mirada en realidad limitaría las perspectivas, nos orientaría a clericalizar a las mujeres, disminuiría el gran valor de lo que ellas ya han dado y provocaría sutilmente un empobrecimiento de su aporte
indispensable” (QA 100).

Por eso en el mismo documento propone para las mujeres “servicios eclesiales que no requieren el orden sagrado” (QA 103), es decir, el orden sacerdotal, al que le atribuye el peligro de clericalizarlas, es decir, introducirlas en un sistema sacral que –debo repetirlo– no corresponde a la eclesiología de Vaticano II y su interpretación de los ministerios eclesiales sino a la lectura sacerdotalizante preconciliar de la ministerialidad eclesial que es la que alimenta la mirada de los hombres de Iglesia y en la que el papa Francisco, sin quererlo, se deja enredar.

Y, por eso, porque para él la ordenación de mujeres es ordenación sacerdotal, reprocha los reclamos de quienes opinan “mientras la Iglesia no ordene mujeres no demuestra su compromiso con la igualdad de género”, asociando dicho reclamo con las críticas por parte de grupos conservadores que no aceptan las reformas en la Iglesia y causan división. En todo caso, Francisco considera que ordenar a las mujeres –ordenarlas sacerdotalmente– sería clericalizarlas y empobrecer su aporte. En lo cual estoy totalmente de acuerdo: porque no se trata de clericalizar a las mujeres. Más aún, hace falta desclericalizar a la Iglesia: desclericalizar a los hombres de Iglesia –la jerarquía– y desclericalizar al laicado e incluso a muchas mujeres que también son muy clericales.

¿Será posible soñar en la ordenación de mujeres en un futuro?

Espero con ilusión leer en los próximos días el libro del papa Francisco Soñemos juntos: el camino a un futuro mejor para responderme a mí misma si es posible soñar en la ordenación de mujeres en un futuro. Mientras tanto, recogiendo información de segunda mano, me atrevo a soñar en esta posibilidad. Porque Francisco cree en “la necesidad de aumentar drásticamente el liderazgo de las mujeres en la Iglesia y en toda la sociedad”, como señala Jesús Bastante en Religión Digital.

Y el corresponsal de National Catholic Reporter escribe que es la primera vez que Francisco se refiere directamente a quienes lo crítican por no haber hecho lo suficiente para promover a las mujeres en posiciones de autoridad y aclara que ha tratado de “crear espacios en los cuales las mujeres puedan ejercer un liderazgo, asegurando que sean valoradas, respetadas y reconocidas”; que ha nombrado mujeres como consultoras en varias congregaciones vaticanas “con el propósito de que puedan influir en el Vaticano pero conservando su independencia del mismo”: Barbara Jatta como directora de los Museos Vaticanos; Linda Ghisoni y Gabriella Gambino como subsecretarias del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida; y Francesca Di Giovanni como subsecretaria en la Secretaría de Estado Vaticana; a lo cual agrega el Papa que muchas mujeres ejercen un liderazgo dirigiendo intituciones educativas, hospitales y departamentos diocesanos.

El hecho es que “las mujeres no necesitan ser sacerdotes para servir como líderes en la Iglesia católica”, al decir del papa Francisco. Lo que pasa –y lo digo con todo respeto– es que desde la mirada de los hombres de Iglesia el sacerdocio es exclusivamente masculino, no porque este fuera el proyecto de Jesús sino según las prácticas históricas en las que, con la sacerdotalización y consiguiente clericalización de los ministerios en los primeros siglos del cristianismo, las mujeres fueron excluidas de las funciones de liderazgo y servicio que habían ejercido en las comunidades neotestamentarias. Guardo la esperanza de que la mirada de Francisco pueda cambiar al respecto y quiero soñar que puede ser posible la ordenación de mujeres en la Iglesia católica.