Después de que la pandemia parara a todo el planeta, ocho maestros emprendieron un viaje en el que, entre clase y clase, van pasándose textos, ponen notas, se enmascaran con caretas de distintos personajes, atienden y aconsejan pacientemente a familias, intentan hallar obras robadas, enseñan Matemáticas, Dibujo o Inglés, se enfrentan a un crimen, reconcilian a chavales que han discutido…
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No es el argumento de una novela, sino la aventura que han vivido esos ocho maestros para escribirla: es la novela de intriga ‘El laberinto de Mogor’, firmada bajo el nombre colectivo de Ariadna de Maestro y publicada por la Editorial Letrame. Y ellos son profesores del Colegio Paraíso, que la Congregación de los Sagrados Corazones tiene en Madrid.
Es extraordinario escribir una novela a ocho manos, pero, si además son maestros, se convierte en un símbolo de la necesaria cooperación que debe haber entre educadores para que cada alumno pueda escribir los primeros capítulos del libro de la vida.
Brillar el conjunto
Como los ocho unidos en una sola novela, los educadores deben dejar sus egos atrás para hacer que brille el conjunto, a veces dan un paso atrás para que cada compañero tenga la oportunidad de dar lo mejor de sí, se adaptan con flexibilidad para escribir juntos la mejor versión, prestan su voz, no buscan poner el último punto sobre la ‘i’, aprenden y comparten, saben que lo importante no son ellos, sino aquellos a quienes les dan su palabra.
En la parroquia gallega de Mogor existe un petroglifo con forma de laberinto. Como Ariadna, estos ocho maestros han tirado del hilo y han creado una narración que acaba atrapando al lector. Quizás es lo que todos los educadores debemos hacer: tender hilos para enseñar a entrar y salir de todos los laberintos. Cuando lo hacemos juntos, se convierte en una obra de arte.