Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

El Destino Universal de los bienes


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Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todas las personas y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa bajo la égida de la justicia y con la compañía de la caridad” (‘Gaudium et spes’, 69)



La DSI piensa que Dios creó la tierra para todas las personas sin diferenciación alguna. La creación no ha sido destinada para que la gestionen y disfruten de ella unas minorías privilegiadas. Dios no dio preferencia a los guapos o a los feos, ni a los hombres o las mujeres, ni a quienes seguían una determinada religión u otra, ni a los altos o los bajos, ni a los blancos o los negros…

No, la creación ha sido puesta al servicio de todas y cada una de las personas que habitan la tierra, porque como afirmaba San Pablo “ya no se distinguen judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, pues con Cristo Jesús todos sois uno” (Gal 3, 28). Todos somos iguales y todos tenemos derecho a nuestra porción de la creación.

Ello se traduce en que todas las personas que habitan nuestra tierra tienen derecho a una parte de la creación que les permita tener una vida digna. Esto no es algo que se deba ganar, sino que es un derecho que tenemos todos como personas (en la medida que todas las personas somos iguales en dignidad y, por tanto, tenemos los mismos derechos).

Por ello, contar con los recursos suficientes para llevar una vida digna es un derecho de todas las personas y como todo derecho, conlleva la correspondiente obligación de la sociedad de garantizar que se haga realidad. La materialización de este derecho se da en el cambio de objetivo económico que se ha planteado con anterioridad.

Que todos tengan al menos lo suficiente es, precisamente, lograr que el destino universal de los bienes, esto es, el derecho que todos tenemos a nuestra parcela de creación necesaria para vivir una vida digna, se haga realidad en nuestra sociedad.

Hacer esfuerzos para construir una organización social y económica que logre este fin es un desafío que tenemos los cristianos para garantizar la libertad de las personas y que tengan posibilidades reales de realizarse como personas.