Fernando Vidal, sociólogo, bloguero A su imagen
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

El desafío de salvar la fraternidad juntos


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La Pontificia Academia de la Vida, liderada por Mons. Vincenzo Paglia, acaba de publicar “Salvar la Fraternidad Juntos” (SFJ). Es un documento breve y denso, que hace una apasionada y honda invitación a un pensamiento más hondo que haga posible la fraternidad en el mundo. La lectura de SFJ me suscita tres reflexiones.



Salvar las ciencias juntos

Sin unas ciencias más integradas, abiertas y libres, no lograremos la visión profética de Fratelli tutti, porque “la rehabilitación de la fraternidad debe ser pensado en una profundidad aún inexplorada”.

Salvar la fraternidad juntos hace una llamada inter y transdisciplinar a un pensamiento más profundo e integral para la rehumanización del mundo. Afirma que “la fragmentación del trabajo intelectual, incluso dentro de la teología, debe ser archivada con decisión”.

La política científica ha impuesto una progresiva escisión tanto de las raíces filosóficas que unen a todas las disciplinas, como entre las mismas disciplinas y con las propias realidades sociales, instituciones de la sociedad civil y la propia Iglesia. La expulsión e inaceptabilidad de la posibilidad de Dios forma parte de ese mal espíritu de progresiva división que hace caer a la ciencia en la autorreferencialidad, la tecnocracia y dificulta el pluralismo y libertad de pensamiento.

Ese divisionismo en el pensamiento no es tanto una corriente científica, sino principalmente un paradigma político que ha inyectado en la ciencia principios de la competitividad neoliberal por un lado y el estatalismo por otro. Esa fragmentación políticamente impuesta a las ciencias es resultado de falsas dualizaciones –secular y sagrado, ciencia y fe, ciencia y sentido, utilidad y saber, decir y verdad, etc.- que sucesivamente separan y destruyen. Esto está asfixiando la mejor tradición de las universidades y comunidades de pensamiento. Y, lo que es más grave, pone en riesgo la correcta enseñanza a los estudiantes.

Es preciso volver a abrir con valentía espacios de reflexión inter y transdisciplinar, vinculados con las raíces filosóficas, las categorías de sentido, existencia y propósito, en diálogo con las tradiciones sapienciales y religiones y en colaboración con las instituciones de la sociedad.

Juntos para salvarnos de los dualismo

El documento señala a dos dualismos graves que están secuestrando la libertad y creatividad de pensamiento y eso se proyecta en una cultura general distorsionada.

Esos dualismos dividen internamente la condición humana y provocan vaciamiento, designificación y angustia, desconexión de uno mismo y de la sociedad. Eso “desestabiliza progresivamente todas las instituciones de la convivencia humana y de la creatividad intelectual” (SFJ).

El primer dualismo mira como si la Iglesia fuera otro mundo. “Los creyentes somos una forma de habitar el mundo de todos, pero no somos otro mundo”, apunta SFJ. Por un lado, provoca la fantasía de desencarnar la fe para refugiarse en un falso circuito aparte, y, por otra parte, también la tentación de excluir a la Iglesia, el Misterio y lo sagrado. El dualismo que se encierra en lo secular y expulsa lo sagrado hace imposible la comprensión del ser humano.

Es preciso entender mejor la secularidad más allá de dualismos. No puede ser interpretada como el mundo sin Dios. La secularización no es un mundo con menos Dios –porque los modelos teocráticos del pasado tampoco eran mundos con menos Dios–, ni un mundo que niega a Dios, sino un contexto de pluralidad, diversidad y libertad, sin hegemonías confesionales, con una separación cooperativa entre instituciones políticas y religiosas.

La secularización no es ateización. Es más, los regímenes que imponen el ateísmo rompen la secularidad porque tratan de divinizarse.

La Iglesia no vive a disgusto en la secularidad porque es plenamente siglo y mundo, tiempo y espacio. La Iglesia es una categoría fenomenológica singular que impide que sea reducida a una mera organización, club o movimiento, y vale la pena comprenderla para poder comprender mejor la humanidad en el cosmos.

Tampoco eran más de Dios las sociedades en las que el clero se consideraba una casta sagrada frente a los laicos “seglares”. No es más de Dios pensar, erróneamente, que el presbítero fuera mediador de los seglares con Dios ni la visión sacerdotal como un ser semidivino y la jerarquía como seres más cerca de Dios, a medio camino entre mundo y cielo. Esas dualizaciones de las que nos quejamos han sido originalmente provocadas por esas visiones de los ministerios que son impropias del Evangelio.

El segundo dualismo que está atenazando a la cultura es la separación forzosa entre mundo y redención. Las separaciones –en que tanto se ha insistido- entre lo profano y lo sagrado, entre lo natural y lo sobrenatural, lo carnal y lo espiritual, obedece a un paradigma ontológico y político obsoleto que no está a la altura del desarrollo del saber ya en el siglo XXI.

La profundización en la comprensión de los misterios de la Encarnación y la Trinidad alumbran otro entendimiento. Por otro lado, la ciencia y el pensamiento se hacen más libres y creativos cuando piensan abiertos a la trascendencia y el Misterio, y cuando no se ven forzados a enclaustrar en sistemas herméticos al humano o a la naturaleza.

Los dualismos no son resultado solo de un modo de pensar, sino que sobre todo son reacciones consecuencia de divisiones sociales, de la ausencia de amistad y fraternidad. Por eso solo podemos superarlos si nos juntamos más cordialmente. Eso explica la tercera reflexión que hay en el documento.

Juntarnos para salvar la fraternidad

Profundizar en el pensamiento requiere recrear la comunidad de pensamiento. El documento da mucho peso a la necesidad de avanzar decididamente en la sinodalidad en la Iglesia como un pilar imprescindible para poder pensar mejor y crear las condiciones que favorezcan la cooperación reflexiva con los pensadores e instituciones de la sociedad. En esta tercera reflexión, voy a ajustarme estrictamente a lo que está escrito en el documento. Leamos las siguientes citas y sinteticémoslas después para finalizar.

  • “Después de haber pasado algunos siglos imponiendo a las conciencias la necesidad de su mutuo distanciamiento, por pura sujeción a las disciplinas de partido, estamos convencidos de que ha llegado el momento de experimentar la libertad de su frecuentación empática, en vista de las nuevas políticas del espíritu”.
  • “Dispuestos al sublime desprecio de todos los aparatos religiosos y laicos que, en guerras fratricidas –de religiones y contra la religión– se han aprovechado demasiado, de nosotros y de nuestros hijos. Hermanos y hermanas todos y todas: ni uno/una menos”.
  • “La flagrante incapacidad de discernir las simulaciones y perversiones que acompañan el ejercicio de la responsabilidad pastoral. El exceso de esta ineptitud del aparato eclesiástico es ya una evidencia planetaria. La pendencia y la inmoralidad que habitan en la provincia eclesiástica se perciben ahora como un índice de la fragilidad del sistema, no simplemente como debilidades ocasionales”.
  • “No hay manera de eximir a la institución de la necesidad de despedirse con valentía de la deriva patológica del modelo clerical de vida cristiana y de gobierno eclesial”.
  • “El nuevo paradigma de la eclesialidad fraterna y testimonial de los bautizados, al servicio de la cual deben reconfigurarse los ministerios y carismas, deberá ser cuidadosamente determinado y autorizado en el contexto sinodal de toda la comunidad, y no sólo alentado y recomendado”.

SFJ sostiene que en el interior de la Iglesia hay que separarse “elegantemente del modelo militar de la cadena de mando”. La Pontificia Academia de la Vida afirma que el modelo clerical patológico y de “disciplina de partido” ha provocado un desastre que señala: la flagrante incapacidad e ineptitud del aparato eclesiástico para discernir. No son excepciones ocasionales, sino un rasgo de vulnerabilidad sistemática.

Invita a “despedirse con valentía” de ese modelo patológico y a despreciar los aparatos institucionales que han abusado de las conciencias, han desatado guerras fratricidas y se han aprovechado de la gente.

El modelo sinodal no es una recomendación, sino que es el camino determinado por el Evangelio. No debe ser simplemente alentado, sino contar con toda la autoridad eclesial. Es un modelo de discernimiento comunitario y comunión inclusiva de toda la diversidad: “Ni uno/una menos”, afirma contundentemente Salvar la fraternidad juntos. Ni uno ni una menos.