Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

El cardenal Cisneros, los apellidos y el trabajo


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Puede parecer sorprendente que vaya a hablar sobre el Cardenal Cisneros en un blog de economía, pero una de sus decisiones nos va a servir para tratar el tema de nuestra vocación económica. Me refiero a la decisión que tomó en 1501 de fijar el primer apellido por línea paterna como obligatorio en nuestro país.



Más allá del cambio que se realizó hace poco para que una familia pudiese modificar el orden de los apellidos de sus hijos (poniendo por delante el de la madre), lo que quiero aquí es centrarme en esos apellidos que heredamos desde entonces.

Porque principalmente tienen cuatro orígenes que nos van a ayudar a la reflexión.

  • Algunos de ellos provienen de lugares: Madrid, Valencia, murciano, navarro, Torralba, Borau…
  • Un segundo grupo bastante numeroso tienen una relación directa con el padre o la madre: González: hijo de Gonzalo; Rodríguez: hijo de Rodrigo; López: hijo de Lope…
  • Un tercer grupo tiene que ver con características físicas de la persona: Rubio, Moreno, Seisdedos, Calvo…
  • Y un último grupo proviene del oficio de la persona: Zapatero, Herrero, Labrador, Caballero…

El porqué traigo a colación esta cuestión en este blog tiene que ver con que estos cuatro orígenes de los apellidos son las cosas que nos conforman en lo que somos. Nuestro lugar de origen, nuestros padres (o nuestra familia), nuestras características físicas y por último, nuestro oficio, a qué nos dedicamos, qué es lo que nosotros aportamos a la sociedad.

Voy a centrarme en esta última, porque durante mucho tiempo una de las cuestiones clave que nos han hecho más y mejor persona ha sido precisamente nuestra ocupación. Las personas tenían una vocación y se dedicaban a un oficio que les daba una identidad, que las conformaba como personas.

Sin embargo, hoy en día, es difícil que las personas (y en especial los jóvenes) se caracterice por lo que son. Pocas veces alguien aspira a ser algo, sino que lo que quieren es ganar dinero para poder tener algo. Hemos dejado de considerarnos productores para creernos tan sólo consumidores. Ya no nos centramos en lo que aportamos a los demás, sino en lo que tenemos para nosotros mismos.

Nuestro granito de arena a la sociedad

Creo que es bueno recordar esto, lo que nos conforma como personas es lo que nosotros ofrecemos a los otros a los otros, y no lo que tenemos. Nuestra vocación a dedicarnos a algo en la vida útil para la sociedad, es un elemento clave en nuestra personalidad, en nuestro comportamiento económico y en la construcción de la comunidad. Lo importante de nuestros trabajos no es lo que recibimos por hacerlos (que constituye la base de nuestro consumo) sino el que ajuste con nuestra verdadera vocación y que disfrutemos trabajando y aportando nuestro granito de arena a la sociedad.