El buen samaritano en su bicicleta


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La salida ciclista iba bien: sol, apenas viento, el calor todavía no apretaba demasiado. Tranquilo, pensando en la primera comunión del día siguiente, donde nos encontraríamos con familia añorada; también en la huelga médica de aquel día. El ciclismo de carretera, que practico casi desde niño, te concede mucho tiempo para pensar, mientras vas recorriendo kilómetros.



De repente, al salir de una rotonda, de pie sobre los pedales para impulsar la bicicleta, me encontré en el suelo sin poder respirar, sin comprender qué había ocurrido, qué había provocado mi caída. Tendido en la cuneta, lo más acuciante era incorporarme, pero no podía.

Se detuvo a mi lado

En aquel momento pasó un colega, un muchacho joven y enjuto, con aspecto de ciclista experto, y se detuvo a mi lado. Me ayudó a levantarme y, en ese momento, comprendí que el eje del pedal se había roto y había ocasionado la caída. Podía mover brazos y piernas, si bien todo el lado izquierdo del tórax dolía endiabladamente y sangraba por diversas abrasiones. Probé a subir en la bici para intentar volver a casa. En ese momento, le agradecí la ayuda y le dije que podía marchar, pero el ciclista se negó. Se puso a mi lado y me empujó los kilómetros que restaban hasta la ciudad, mientras yo pedaleaba con la pierna que no estaba herida.

Médico general

Luego vino la atención en urgencias, el TAC que demostró tres costillas rotas, que por fortuna no se habían desplazado y dañado el pulmón que se halla debajo, la cura de las abrasiones y el inicio de un periodo de convivir con el dolor, intentar mitigarlo con analgésicos y ejercitar la paciencia. Por fortuna, creo que el tiempo juega en este caso a mi favor y confío en que las molestias vayan remitiendo conforme pasen los días y las semanas.

Mi buen samaritano

Para mí ya no hubo comunión ni encuentro familiar, ni habrá vacaciones tal como estaban programadas, ni tareas pensadas para estos días, pero hay que tomar las cosas como vienen, agradecer la atención recibida y, sobre todo, pensar en el joven ciclista que encarnó para mí el buen samaritano del Evangelio: encontró una persona caída, la ayudó a incorporarse, olvidó su propio plan y la acompañó todo el camino hasta dejarlo a salvo, cerca ya de su casa.

En estos tiempos en que nos despertamos todos los días con malas noticias y peores realidades, conforta pensar en todos los buenos samaritanos que caminan anónimos entre nosotros.

Recen por los enfermos, por sus cuidadores y por este país.