El Adviento para este médico


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Hemos entrado en este tiempo precioso del año en que celebramos la llegada de Jesús a nuestras vidas, a nuestro caminar cotidiano, entre luces y sombras. En el caso de los médicos, temo que llega en tiempos turbulentos, pero, ¿cuándo no lo han sido para nosotros? De una forma u otra, desde que, a mediados de los 80, el sistema sanitario se manipuló hacia su estructura actual (para mejorarlo, dijeron), a fecha de hoy, los herederos de aquellos políticos lo empeoran un poco más cada día que pasa.



Los médicos españoles conmemoraremos la llegada de Jesús en medio de un conflicto laboral donde lo que está en juego es, en realidad, más que las demandas laborales específicas. Los días 9, 10, 11 y 12 hay convocadas nuevas jornadas de huelga en la sanidad pública, con la intención de que el Ministerio comprenda que su proyecto de estatuto marco recibe el rechazo del colectivo más cualificado del sistema sanitario. La situación es preocupante en los hospitales y centros de salud, hartos de malas noticias y peores realidades.

Sin influencia

Es difícil encontrar en nuestra sociedad un colectivo más cualificado y con menos influencia en el acontecer cotidiano de su profesión, con menor capacidad de maniobra, que el colectivo médico; en manos de gestores por lo general peor preparados que la mayoría de nosotros en la faceta profesional, con experiencia clínica escasa o inexistente, que toman decisiones que determinan nuestra realidad. Podemos afirmar que la separación de gestores y clínicos resultó letal para la sanidad española.

Médico general

Cuando llegué a la profesión como estudiante, lo habitual era que las direcciones médicas y no pocas gerencias fuesen desempeñadas por clínicos. Así se hacía realidad el ‘primus inter pares’, forma de funcionamiento de los grupos sociales basada en la ‘auctoritas’ y no en la ‘potestas’, y única manera de generar respeto en el seno de un colectivo capacitado. El director médico-gerente, salido del grupo de clínicos y por lo general un profesional reconocido, se apoyaba en un ecónomo, que le decía lo que era posible en ese terreno y lo que no. Pero se gestionaba desde la experiencia clínica y en virtud de las necesidades de los clínicos, gerentes de los recursos.

Sin embargo, a mediados de los 80, con los primeros gabinetes socialistas, esa forma de gestión se trastoca. El objetivo no era mejorar, sino dinamitar la capacidad de influencia del colectivo médico, que se concebía como adversario político. Así, se multiplicaron las gerencias y, con ello, los cargos intermedios y los gastos generados, diluyéndose responsabilidades y eliminando de raíz una gestión basada en criterios clínicos. El igualitarismo entre colectivos determina que personas con cualificaciones escasas o inexistentes lleguen a puestos de decisión. En este camino de destrucción efectiva de la ‘auctoritas’ colaboraron no pocos médicos que de otro modo no hubiesen llegado nunca a los puestos que ocuparon; ciertamente, no por su valía como clínicos.

Ruinoso e insostenible

De forma sucinta, así puede describirse la evolución de la sanidad española tal como la he vivido en estas décadas de ejercicio profesional. Los resultados están a la vista de todos: un sistema sanitario por lo general efectivo, pero ruinoso, insostenible (término difícil de precisar sin entrar en detalles), un pozo sin fondo en el que se vierten recursos con criterios cuestionables, sin debate científico alguno, en el que todos están descontentos: no pocos usuarios y casi cualquier colectivo profesional. Hartos de esta forma de gestión, los médicos vamos a la huelga.

En este ambiente de conflicto y desconfianza llega Jesús, quizás anunciando que es tiempo de esperanza, de mantenernos en la posición que consideramos justa, de confiar en Él y creer todavía que podemos construir mejores realidades.

Recen por los enfermos, por quienes les cuidamos y por este país.