Fernando Vidal, sociólogo, bloguero A su imagen
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

Edie Harper: las medias caras de Adán y Eva


Compartir

La simplicidad e ingenuidad que transmite el ‘Adán y Eva’ de Edie Harper (1922-2010) es marca del estilo de los Harper. El Edén es representado como una selva tupida. Las hojas saturan todo el espacio y entre ellas se distinguen los ojos de las criaturas. Las cuatro que permanecen escondidas parecen intuir que el mundo va a cambiar cuando los seres humanos muerdan el fruto del Árbol prohibido.

Hay una homogeneidad cromática anaranjada entre los ojos escondidos, los rostros de Adán y Eva, las dos aves de la copa y los frutos del árbol. La ilustración se reduce a una composición bicolor verde y naranja. Representa el orden binario del mundo del Paraíso.

Adan y Eva, cuadro de Edie Harper

El Árbol prohibido está en medio de la escena. Su grafismo es también sencillo: el tronco son líneas rectas yuxtapuestas y la frondosa copa está formada por un mismo tipo de hoja pequeña, repetida hasta ocupar un amplio círculo. Cuelgan de él frutos naranjas o rojos de distintos tamaños. Se produce un curioso juego de perspectivas.

En el eje central del tronco está grabado un corazón atravesado por una flecha en el que se distinguen las letras iniciales de los nombres de Adán y Eva. En lo alto del árbol dos pequeñas aves se miran cara a cara lo cual subraya la unidad de la pareja. Sin embargo, del dentro de la copa desciende una sinuosa serpiente con su lengua bífida extendida. En una de sus curvas envuelve uno de los frutos que previsiblemente ofrecerá a Eva.

Tras el tronco se asoman los rostros de la pareja original, aunque solo se ve media cara de cada uno. Sus expresiones sonríen, lo cual nos sitúa en un momento previo al pecado todavía. Es un gesto de juego. No obstante, Edie Harper podría estar insinuando que tras ese escondite podría detectarse ya una cierta disposición al engaño. La apariencia lúdica y divertida de Adán y Eva está amenazada por la serpiente que se cierne sobre ellos y, a su vez, hay algo sospechoso tras el árbol que crea un mal presentimiento. Pronto estarán totalmente escondidos tras el ramaje como lo están las misteriosas criaturas de las que tan solo vemos sus ojos. El Edén de Edie Harper es un orden simple y lúdico amenazado.



Se percibe una nota cubista que muestra todo el plano completo de luz de cada cosa. Sus superficies son planas y abiertas. Quizás en el fondo esta composición es una reivindicación de la transparencia. El grafismo de los Harper no esconde nada.