David Jasso
Provicario episcopal de Pastoral de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

‘Dilexi te’: una historia continúa


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(Quinta de seis entregas)

El capítulo IV de la exhortación apostólica ‘Dilexi te‘ abre con una convicción luminosa: la historia de la opción por los pobres no quedó atrás, sino que ha seguido creciendo a través del discernimiento, el sufrimiento y la inteligencia espiritual del Pueblo de Dios.



Por eso el papa León XIV afirma que las transformaciones sociales y tecnológicas “no sólo han sido sufridas, sino también afrontadas y pensadas por los pobres” (No. 82). Ellos han generado una nueva conciencia y, junto con la Doctrina Social de la Iglesia, han permitido “una relectura de la revelación cristiana” desde los márgenes. En esta clave, León XIV recuerda que “la realidad se ve mejor desde los márgenes” y que los pobres son “sujetos de una inteligencia específica, indispensable para la Iglesia y la humanidad”. (No. 82).

El Papa repasa con claridad el camino de los últimos ciento cincuenta años: ‘Rerum novarum’ denunció “la situación intolerable de muchos obreros” (No. 83); ‘Mater et Magistra’ insistió en que los países ricos “no podían permanecer indiferentes” ante la miseria de otros pueblos (No. 83). Luego vino el Concilio Vaticano II, donde san Juan XXIII afirmó: “La Iglesia se presenta… como la Iglesia de todos, en particular como la Iglesia de los pobres“. (No. 84)

Varios padres conciliares profundizaron ese llamado. El cardenal Lercaro declaró que “el misterio de Cristo en la Iglesia es siempre… el misterio de Cristo en los pobres” y que este no era un tema más, “sino el único tema del Vaticano II” (No. 84). Pablo VI retomó esta visión al afirmar que “el pobre es representante de Cristo” y al recordar que toda la humanidad sufriente “le pertenece por derecho evangélico” (No. 85).  Más tarde, ‘Gaudium et spes’ proclamó con fuerza el “destino universal de los bienes” y la “índole social” de la propiedad (No. 86).

San Juan Pablo II consolidó doctrinalmente esta opción preferencial, llamándola “una forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad” (No. 87). Y Benedicto XVI insistió en que “se ama al prójimo tanto más eficazmente cuanto más se trabaja por un bien común”. (No. 88).

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Papa León XIV. Foto: EFE

El Papa dedica un espacio amplio a la experiencia latinoamericana. Medellín proclamó que “la pobreza de tantos hermanos clama justicia” y Puebla denunció las “estructuras de injusticia como pecado social” (No. 90). Aparecida recordó que esta opción “está implícita en la fe cristológica” y que la mesa de la vida debe ser “abierta, incluyente, en la que no falte nadie”. (No. 99).

Aquí el Papa subraya algo esencial: los pobres deben ser considerados sujetos, no objetos; capaces de crear cultura, evangelizar y señalar caminos. “La experiencia de la pobreza les da la capacidad para reconocer aspectos de la realidad que otros no ven”. Y añade un llamado hermoso: “Sólo la cercanía que nos hace amigos permite apreciar profundamente los valores de los pobres“. (No. 100).

El capítulo es también profético. Denuncia “la dictadura de una economía que mata” (No. 92) y la “alienación social” que normaliza la indiferencia (No. 93). La falta de equidad, advierte, “es raíz de los males sociales” (No. 94) y exige un trabajo profundo sobre las condiciones de vida, los espacios, la vivienda, las ciudades y el cuidado de la casa común (No. 96).

El Papa concluye con una llamada a la valentía: “Hacer oír una voz que despierte, que denuncie y que se exponga, aun a costa de parecer estúpidos”, porque el Evangelio “tiende a provocar consecuencias sociales” (No. 97): busca el Reino, no sólo consuelos privados.

Lo que vi esta semana

Un joven obrero me dijo: “Padre, no sé de teología, pero sé cuándo algo es injusto”. Me pareció escuchar esa “inteligencia específica” de la que habla el Papa.

La palabra que me sostiene

“La realidad se ve mejor desde los márgenes“. (Dilexi te, No. 82)

En voz baja

Señor, que tu Iglesia no se canse de escuchar la historia viva de los pobres, de aprender de ellos, y de caminar con valentía para transformar lo que hiere la dignidad humana.