(Primera de seis entregas)
A veces, las grandes revoluciones del espíritu no comienzan con un decreto ni con un grito, sino con una frase breve y desarmante: “Yo te he amado”, dice el Resucitado a una comunidad pobre, frágil y sin prestigio (Ap 3,9). Son palabras que podrían pasar desapercibidas si no escondieran una de las afirmaciones más poderosas del Evangelio: Dios ama con preferencia a quien no cuenta, a quien parece no tener nada para ofrecer.
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Esa declaración, sencilla y absoluta, es la puerta de entrada a la nueva exhortación apostólica ‘Dilexi te‘ (Te he amado), con la que el papa León XIV abre su pontificado retomando un proyecto que había soñado el papa Francisco antes de morir. Este regalo no es un documento más, sino un gesto de continuidad y de promesa: el amor de Cristo hacia los pobres sigue siendo la llave para comprender el corazón de la Iglesia.
Francisco había hablado del amor del Corazón de Cristo en su encíclica ‘Dilexit nos’ (Nos amó). León XIV, tomando ese hilo, le da un paso más: si Cristo nos amó, ahora ama a cada uno, especialmente a quienes el mundo olvida. Es como si el Papa dejara que sea el mismo Cristo quien hable desde el Evangelio y, mirándonos a los ojos, nos dijera: “aunque no tengas poder ni fuerza, yo te he amado”.
Esta continuidad no es formal: expresa una espiritualidad encarnada, una mística de la compasión que no se limita a hablar de los pobres, sino que se deja evangelizar por ellos. ‘Dilexi te’ no es un nuevo programa social, sino una invitación a redescubrir el amor como principio de liberación. Un amor que no se contenta con asistir, sino que quiere incluir, y dignificar.
El documento se abre con una imagen evangélica inolvidable: una mujer que unge a Jesús con perfume caro, mientras los demás murmuran que ese “derroche” podía haberse usado “para los pobres”. Jesús la defiende. Porque el amor, cuando es verdadero, nunca es derroche: cada gesto gratuito es un adelanto del Reino. Ahí está el hilo conductor de toda la exhortación: no se trata de una estrategia de ayuda, sino de una revelación. En los pobres, en su fragilidad, en su esperanza, Dios sigue hablándonos.
Por eso ‘Dilexi te’ no separa el amor a Dios del amor a los pobres. Recuerda el Papa que Jesús dijo: “A los pobres los tendrán siempre con ustedes” (Mt 26,11), añadiendo además: “Yo estaré siempre con ustedes” (Mt 28,20). Dos presencias que se funden en una sola: amar a los pobres es, en el fondo, aprender a reconocer a Dios donde parece ausente.
Vivimos en una época acostumbrada a la desigualdad, donde el dolor ajeno se vuelve paisaje. ‘Dilexi te’ nos recuerda que el amor cristiano no se mide por la cantidad de recursos, sino por la calidad de la mirada. No basta con hablar de los pobres: hay que acercarse, dejarse tocar, dejar que nos evangelicen con su esperanza y su resistencia silenciosa. En un mundo que fabrica indiferencia, el Papa propone una revolución del corazón: redescubrir en cada rostro herido el reflejo de Cristo.
Esta primera entrega quiere abrir camino a las siguientes: iremos recorriendo, capítulo a capítulo, el itinerario de esta exhortación que es, en el fondo, una carta de amor del cielo hacia la tierra, porque la fe cristiana no se sostiene sobre el miedo ni sobre la fuerza, sino sobre una frase que lo cambia todo: “Yo te he amado”. Tal vez ahí empiece toda conversión: cuando, en medio de la fragilidad, alguien se atreve a creer que Dios todavía ama primero.
Lo que vi esta semana
Al papa León XIV firmando su primera exhortación apostólica.
La palabra que me sostiene
“A los pobres los tendrán siempre con ustedes”. (Mateo 26,11)
En voz baja
Señor Jesús, enséñanos a mirar como Tú miras.
