Fernando Vidal, sociólogo, bloguero A su imagen
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

Diario del coronavirus 7: urgencia del recogimiento


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El recogimiento –que nos conciencia, nos fortalece y nos transforma– es un deber de militancia para que tengamos la resiliencia que nos va a exigir a cada uno. Recogimiento para contenernos solidariamente, recogernos para meditar, recogernos para orar. Es un acto de ternura y la ternura es imprescindible.



Con temor, con dolor, pero, sobre todo con ternura. Llegan las primeras muertes de padres de amigos. Por coronavirus, en Madrid muere ya una persona cada 16 minutos. España va camino de los 800 fallecidos, Italia de los 3.000 y el mundo inicia la subida a los 10.000. Las televisiones y radios evitan dar voz a las familias que se desgarran por estas pérdidas. Tampoco nosotros queremos poner la vista solo ahí, pero es inevitable no mirar la realidad cara a cara, engañarnos. La madre de nuestro amigo Juanjo falleció anoche y nos lo comunica por mensaje con contención, humildad, discreción, para no levantar el miedo. La fotografía que hoy se ha publicado donde una caravana de camiones militares saca decenas de féretros de Bérgamo, nos pone ante el Tsunami que viene. Miramos esa foto con ternura, compasión, esperanza en lo mayor. También con rabia.

Rabia porque no hubiera sido inevitable. Corea del Sur solo ha tenido 91 víctimas, con mucha disciplina social y con uno de los cuatro sistemas sanitarios más fuertes del mundo, el primero en acceso universal. Eso les ha permitido una respuesta masiva, realizar pruebas masivas y rápidas entre toda la población y contar con recursos abundantes. Sin embargo, en Corea del Sur el 94% de los hospitales son de titularidad privada, integrados en una robusta red pública. Lejos de alimentar la división entre titularidades privadas u estatales, han sabido crear una red única. Mientras que de media en la OCDE hay 5 camas hospitalarias por cada 1.000 habitantes, en Corea del Sur doblan esa tasa hasta 1 cama cada 100 ciudadanos.

Cacerolada al Rey emérito

Ayer mientras hablaba el Jefe del Estado, una cacerolada para pedir que el Rey emérito Juan Carlos I para que saque los 100 millones que presuntamente tiene en un paraíso fiscal y los done para ayudar a la lucha contra el Covid-19. Si no lo hace, este país no va a perdonarlo nunca. El papa Francisco acusa a los defraudadores y evasores de impuestos porque su falta de solidaridad tiene como consecuencia que hoy no tengamos suficientes respiradores.

Pienso en tantas falsas empresas personales con las que se evita pagar los impuestos, tal como hacemos la mayoría. Pensamos en las corrupciones de los Pujol, la Gurtel, la Púnica o los ERE de Andalucía, y los corruptos tienen ahora una responsabilidad muchísimo mayor a la luz de lo que se ha robado al patrimonio público. Pienso en lo que podían haber ayudado ahora las cajas de ahorro que se han destruido. Pienso en que ya éramos una sociedad muy debilitada por la precariedad laboral y la exclusión social, y nuestra muralla social era muy vulnerable.

Luchando, pero también con la rabia de no poder frenar esa aceleración de muertes que se nos viene encima, nos tenemos que dar cuenta de que con nuestros comportamiento colectivo y personal hemos favorecido, en mayor o menor medida, una sociedad con muchas menos defensas de las que necesitaríamos.

Salir a gritarlo o cacerolearlo en los balcones nos permite que se diga bien alto. Todas las acciones que se están desplegando en estos días son cruciales. Aún así, tenemos que dedicar tiempo a recogernos, porque es preciso reunir nuestras fuerzas, ahondar en nuestro ánimo y hacer un profundo examen de conciencia de cada uno de nosotros.

Recogerse significa reunir lo que somos y hacemos, y unirlo para poder tomar conciencia. Recogerse es lo que hacemos en este confinamiento. Nos contenemos, nos limitamos para no contagiar, para protegernos. Recogerse es también cosechar lo que hemos sembrado y cultivado antes de que nos llegara la pandemia. El recogimiento nos permite buscar la fortaleza interior y hacernos fuertes en el mayor amor de todos.

Cuando viene una ola fuerte o el viento nos golpea, todos hacemos un gesto mecánico que es ponernos los brazos ante la cara y encogernos, casi fetalmente. Volvemos a donde estábamos más protegidos, en el seno de nuestra madre. Eso es recogerse.

Ante el Tsunami que nos viene, el alud que cae de la montaña y que sepultará a demasiada gente -ya a uno cada 16 minutos en Madrid–, es nuestro deber ser ciudadanos activos y, sobre todo, es nuestro deber absoluto el recogimiento.