Fernando Vidal, sociólogo, bloguero A su imagen
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

Diario del coronavirus 11: Covid-19 es una crisis ecológica


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Cuando el hombre retira su hiperactividad, la naturaleza vuelve. El coronavirus nos ha dejado visiones insólitas de la fauna salvaje regresando a los lugares donde antes una humanidad frenética contaminábamos todo de ruido y polución. Hemos visto presencias que nos asombran, crean esperanza de que otro modelo de ciudad es posible: hay delfines, marsopas, peces, cisnes, aves migratorias, jabalíes, cabras montesas, ciervos, monos, caballos salvajes… Hay algo en su libertad que convoca a que también nos liberemos los seres humanos. Veamos algunos ejemplos:

Delfines, peces y aves migratorias en los canales de nuevo azules de Venecia

Jabalíes en las calles de Italia y Barcelona

Cabras montesas en Chinchilla, Albacete

Los pavos reales de El Retiro han saltado las vallas para buscar comida por las calles de Madrid

Cientos de ciervos de Nara invaden las calles de la ciudad


Algunos, incluso, envidian esa libertad de la que gozan los animales. Miremos dos ejemplos cuyo patetismo hace sonreír:

En Toledo hace dos días, un hombre se disfrazó de perro para poder circular por la ciudad

En Palencia un señor sacó un perro de peluche a pasear para simular que tenía una razón para romper el confinamiento. La policía lo sancionó


En cuanto el hombre contiene su presión urbanística y su hiperdesarrollo, la naturaleza regresa. Ya solamente falta que a Venecia regresen también las decenas de miles de vecinos que fueron expulsados por la gentrificación turística que convirtió los alquileres en rentas imposibles de pagar por ninguna familia. Han vuelto los animales, ¿volverán los vecinos?



Paradójicamente, esta liberación de los animales salvajes comenzó por lo contrario, captura, encierro y venta de animales salvajes. El probable origen del Covid-19 tiene su epicentro en un mercado de Wuhan, donde se comercia ilegal y masivamente con especies salvajes –muchas de ellas especies protegidas y traficadas desde el extranjero–, como el famoso pangolín. Un millón de pangolines son cada año cazados y vendidos en China.

El pasado 24 de febrero de 2020, el Parlamento de China prohibió el tráfico y consumo de animales salvajes. Prohibió completamente tanto la caza como comercio y transporte de animales salvajes libres o criados que tengan como destino el consumo humano. Antes, estaba apoyado por el gobierno y alimentaba no solo a chinos sino a grandes fortunas de traficantes. En todo el mundo, el tráfico de especies salvajes protegidas mueve hasta 20.000 millones de euros. Cada día se abaten 80 elefantes en África para comerciar con su marfil.

Junto con los 100 tigres, 1.000 rinocerontes y 30.000 elefantes que cada año se matan para el tráfico ilegal, no es extraño que el pangolín haya adquirido tal protagonismo: es el animal más traficado del planeta.

puequeños gestos con los que continuar nuestra conversión ecológica mirando hacia Laudato Si'

La pandemia de Covid-19 es una crisis ecológica, en primer lugar, porque las crisis víricas se desatan cuando un virus sale del ecosistema que lo tiene contenido y que va lentamente luchando contra él. Al romper los ecosistemas del planeta, desatamos epidemias. Es una crisis ecológica porque afecta a nuestra relación íntima con la naturaleza, con uno de sus seres. Es una crisis ecológica porque tenemos que mirar el planeta como un único ecosistema que hemos mundializado más. Es una crisis ecológica porque se modula según la forma en como hemos desarrollado nuestras ciudades, estilos de vida, vínculos sociales. Es, finalmente, una crisis ecológica porque es una cuestión de sostenibilidad de la vida humana, de seguridad de vida.

Tenemos miedo al virus, pero, sobre todo, tenemos que tener cuidado con lo que el propio hombre puede hacer. Hemos demostrado que somos la mayor fuerza viva de destrucción del planeta. Con datos de 2017, más de 405.000 personas fueron asesinadas en el mundo. De ellas, 26.445 en actos terroristas. Cada 7 minutos, un niño es víctima de homicidio. Además, 184.934 más murieron por abuso de alcohol, 166.613 por abusos de drogas y 793.823 cometieron suicidio. Nos matamos, nos envenenamos a nosotros mismos. En cambio, solo hubo 9.603 por catástrofes naturales, aunque bien sabemos que el grado de desarrollo influye decisivamente en atenuar el impacto de cualquier desastre de la naturaleza. El corazón humano es el principal ecosistema de bondad, bien y belleza que hay que salvar.

Esta crisis nos va a hacer más ecologistas a todos. Ya no es el nombre de un movimiento, sino una característica del buen ciudadano.  A esta crisis solo se puede responder con efectividad y sostenibilidad implementando en todo el planeta la Ecología Integral que propone el papa Francisco, basada en la espiritualidad del cuidado, la paz de la vida sencilla y la sabiduría de la fraternidad. Para la supervivencia de la humanidad y la vida en el planeta Tierra, es imprescindible un Desarrollo Humano que no sobreexplote los recursos, rompa los ecosistemas y enloquezca a sus seres vivos, incluidos los virus.