José Luis Pinilla
Migraciones. Fundación San Juan del Castillo. Grupos Loyola

De niños en peligro a niños peligrosos


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En estos últimos días, siguen goteando, demasiado escondidos, los lamentos, las denuncias, los gritos por parte de algunos ante las tragedias de los emigrantes surcando en el Mediterráneo. O por el contrario muchos silencios cómplices.



Fuera de las portadas

No sabía que noticia podría centrar al respecto estos párrafos de mi blog. O bien la de las decenas de personas que murieron ahogadas el pasado 7 de agosto, intentando alcanzar las Islas Canarias en patera… O bien la de un número más reducido. El de tan solo dos ahogados el dia 8. Si siguiera la política correcta de la información no alarmista, me quedaría tan solo con esta última. No conviene asustar ni crear mal rollo, por favor.

El titular de “dos migrantes ahogados” es más digerible que los 50 ahogados camino de Canarias (siguiendo quizás la política “informativa” oficial sobre nuestros muertos del Covid-19. Con la salvedad de que estos últimos eran niños de 13 años y además se ahogaron cerca de Valencia –también del Mediterráneo– al saltar de un buque carguero donde viajaban como polizones para intentar llegar a la Europa soñada por miedo a volver al horror de sus países. Huyendo quizás de la guerra, de la discriminación, de situaciones de trata o tráfico.

Es, como dice Helena Maleno: “La cara del verano que no ocupa portadas”.

Los niños en Melilla

En las navidades pasadas visité Melilla. Me empapé de emoción y solidaridad visitando centros y situaciones de Iglesia que atienden a menores emigrantes. Se unen a otros esfuerzos civiles, como los del ejemplar José Palazón. En mi acercamiento al puerto de Melilla varios menores tenían como única ocupación sortear la vigilancia del puerto melillense para saltar a los barcos que van a la península. Corretear y vagar por la calle. Menores de diferentes países africanos, sobre todo de la fronteriza Marruecos, que llegan a la ciudad autónoma de Melilla huyendo de entornos de pobreza y buscando la oportunidad de llegar a la Península Ibérica.

Una parte de ellos son tutelados y acogidos por el Gobierno de la ciudad, pero muchos otros viven en la calle esperando el momento de colarse en un ferry como polizones y probar suerte al otro lado del Estrecho. Es lo que llaman “hacer risky”. No saben que viven en una tierra no solo antigua y vieja… sino cansada y aburrida que no sabe ofrecer futuros.

Y es que los niños desvalidos de todos los lugares de la tierra siguen pagando el precio más alto de la odiosas “guerras a trozos” (y no solo por las armas) que como decía el papa Francisco estamos creando, que “no somos capaces de parar y que los menores apenas han empezado a conocer ”. Esta “Tierra que es muy anciana» como escribe Gloria Fuertes.

Tan anciana que: sufre ataques al corazón
en sus entrañas.
Sus volcanes,
laten demasiado por exceso de odio y de lava.
La Tierra no está para muchos trotes
está cansada. Cuando entierran en ella
niños con metralla
le dan arcadas.

Aire fresco

Porque yo también era de los que, de más joven que ahora, identificaba a Gloria Fuertes con el limbo de los niños. Necesito aire fresco. Para poder respirar no solo por las mascarillas, ante noticias infantiles tan terribles y tan actuales como estas

Y es que los niños refugiados y migrantes se siguen jugando la vida en el Mediterráneo. Se ahogan, al menos, una media diaria de dos niños. Y muchos sufren muy duras condiciones en la vieja Europa. Más de 30 millones de niñas y niños de todo el mundo han sido víctimas de desplazamientos forzosos a causa de la violencia y la guerra. Millones más huyen de la pobreza extrema y la falta de servicios básicos, como salud o educación.

Y le rezo al Padre –como hacia Gloria– al “Padre nuestro que estás en la tierra, donde tienes tu gloria y tu infierno”. Pensando que quizás –y por desgracia– si esos menores migrantes no acompañados se hubieran salvado habían pasado –Dios quiera que cada vez lo sea menos– de niños en peligro a “niños peligrosos” que muy pocos –partidos políticos incluidos– quieren tener cerca.