José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Ex vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

De la globalización de la indiferencia a la de la impotencia


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El concepto ‘Globalización’ tomó auge hacia fines del siglo pasado, por la integración de muchos países a una economía de mercado. Este movimiento integrador ya se había dado desde finales del siglo XV, gracias al descubrimiento de América por parte de los ibéricos, pero es ahora en que el fenómeno de unificación comercial se ha visto favorecido, gracias a los avances de la tecnología.



La creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo ha tenido también implicaciones políticas, sociales, culturales y hasta religiosas. Fue Francisco de Roma quien acuñó el término globalización de la indiferencia tanto en su visita a la isla italiana de Lampedusa, y en su encíclica Laudato si’.

Pues ahora León XIV, en un mensaje dirigido esta pasada semana a los participantes en la Conferencia Internacional ‘Refugiados y migrantes en nuestra casa común’, celebrada en el Augustinianum de Roma, apostó por una nueva cultura de la reconciliación, que supere la globalización de la impotencia.

Esta, enfatizó, es muy peligrosa pues nos conduce al inmovilismo, la resignación, a dejar que las cosas continúen como van por una razón: nada podemos hacer para cambiar lo que está mal.

León XIV, durante la audiencia general

León XIV, durante la audiencia general

Notemos la continuidad terminológica con la doctrina de su antecesor, pero también su propia adaptación a la extendida realidad que vivimos. Si Bergoglio llamaba la atención por nuestra falta de respuesta ante el sufrimiento ajeno, frente a las desigualdades sociales y a violencias de todo tipo, fenómenos que no queríamos ni siquiera ver y mucho menos tratar de resolver, Prevost Martínez va todavía más allá.

Nos advierte sobre esa actitud, en apariencia empática y solidaria, capaz de reconocer lo que debe ser transformado, que se conduele ante el sufrimiento y la miseria, y que no reacciona de manera indiferente ante las injusticias y la corrupción, pero que no da pasos hacia adelante, buscando impactar en esa terrible situación… porque no se puede hacer nada.

Este derrotismo fatalista, en opinión de Prevost Martínez, resulta peor que la indolencia ciega. El indiferente se niega a ver la realidad, el impotente la reconoce, pero se confiesa incapaz de incidir en ella para transformarla.

Como ya lo he escrito: continuidad entre Francisco y León XIV, pero adaptación de este a las nuevas realidades. Habrá que leer su primera exhortación apostólica, ‘Dilexi te’ (sobre el amor a los pobres), a presentarse en esta próxima semana.

Pro-vocación

Se ha dado un relevo en el Arzobispado de Canterbury, sede de la inglesa Iglesia Anglicana. Después de sus casi 500 años de historia, no es un varón quien asume esa responsabilidad, sino por primera vez una mujer: Sarah Mullally, de 63 años y madre de dos hijos. Ella ya había sido nombrada obispa de Londres, en 2018, después de que su Iglesia permitiera a las damas acceder a ese cargo en 2014. ¿Y entre nosotros? Ni siquiera se aceptan a las diaconisas.