José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Ex vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

De la filosofía de la exclusión a la de la inclusión


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Fui invitado, el pasado miércoles, a tener un diálogo con integrantes de la Comunidad Filosófica Monterrey sobre la filosofía de la liberación. Hablamos de su génesis en América Latina, hacia los 70’s del siglo pasado; de su principal promotor, Enrique Dussel; de su intrínseca relación con la teología de la liberación y con movimientos eclesiales de base; de su vigencia o agotamiento en la actualidad.



No disponíamos de mucho tiempo, por lo que no pude explayarme en este último tema, y solo lo esbocé. Apunté que la filosofía de la liberación, hoy, nos ofrece un tránsito de la filosofía de la exclusión a la de la inclusión.

Y es que me parece estar asistiendo a unas manifestaciones cercanas a la barbarie, por las cruentas guerras que afectan a diferentes regiones del mundo, con líderes nacionales que no se distinguen por los valores clásicos de la gestión política: la sensatez, la cordura, la promoción de la unidad y de la paz, sino que han triunfado y se mantienen con altos índices de popularidad gracias a sus groserías, exabruptos y, especialmente, mentiras.

Mal haríamos en calificar tales actitudes como características estrafalarias de personajes también excentricos. No estamos ante pintorescos excesos sino frente a agresiones que tienen su fundamento en una cultura determinada, en un conjunto de verdades asumidas como únicas, en una filosofía: la de la exclusión.

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Foto: Unsplash

Ella se afianza en un concepto de verdad entendida no como la adecuación entre el intelecto y las cosas, sino como la creación de una realidad conveniente a intereses económicos y políticos. Su relación con la naturaleza no es de respeto y colaboración, sino de utilitarismo y explotación de recursos. La ética desaparece para dejar su sitio a la corrupción y al negocio sucio.

Pero lo principal de su propuesta está en el terreno antropológico. La alteridad existe en la medida en que me pueda favorecer, de ahí que quienes son diferentes deben ser excluídos. Migrantes, minorías sexuales, pobres y enfermos, ancianos y personas con discapacidad, no tienen cabida en el mundo construido por quien se siente superior. El racismo ya no aparece como un rechazo, sino como un derecho, y el discurso del odio remplaza a las propuestas de diálogo.

Urge contraponer a esta filosofía una basada en la inclusión, respetuosa de la verdad y amante de la paz. Ella será capaz de considerar a la alteridad como una oportunidad de enriquecimiento mutuo y no como un problema a resolver; mantendrá continuidad con valores ancestrales, pero se adaptará a las nuevas propuestas axiológicas.

Una filosofía de la inclusión, crítica y capaz de escuchar propuestas diversas a las propias; dispuesta a modificar lenguajes que pueden incomodar a los demás, en especial a quienes se sienten más vulnerables; pronta para tratar al otro como sujeto, y no como objeto; abierta a la trascendencia y a la espiritualidad. Una filosofía, en suma, que busque más atender al otro que llamar su atención. Este es el actual reto de la filosofía de la liberación: pasar de una amante de la exclusión a otra promotora de la inclusión.

Pro-vocación

Se cumplen 100 años de la fiesta de Cristo Rey del Universo, y los obispos mexicanos nos invitan a practicar cinco actitudes concretas: abrir nuestros corazones a la esperanza; hacer una iglesia que escucha y acompaña; construir puentes de diálogo donde hay división; impulsar gestos de paz en nuestras famiias y comunidades; y acompañar con amor a quienes más nos necesitan.