Redactor de Vida Nueva Digital y de la revista Vida Nueva

¿Cuál es el legado de la embajadora de Trump en el Vaticano?


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La despedida

El pasado viernes, 15 de enero, Callista Gingrich, embajadora de Estados Unidos ante la Santa Sede tuvo una audiencia privada con el papa Francisco para despedirse como representante ante el Vaticano. Un encuentro protocolario en el que la embajadora iba con su marido, Newt Gingrich que en su día fue candidato republicano a la presidencia estadounidense en 2012 amén de otros cargos destacados como presidente del Congreso. Una visita a pocos días de la inauguración de la presidencia de Biden, el próximo día 20 de enero.



La embajadora nombrada por el presidente Donald Trump para este cargo es una católica declarada. De hecho, formaba parte del coro de la basílica nacional de la Inmaculada de Washington y que consiguió que su marido se convirtiera a su confesión. Eso sí, previamente ya habían salido durante 6 años mientras Newt Gingrich estaba con la que era entonces su segunda mujer.

Los roces

Más allá de la diplomacia y actos protocolarios, el último desencuentro público de la administración Trump con la Santa Sede pilla a la embajadora de por medio. Fue la visita del secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, a Roma el pasado mes de septiembre. Entonces Pompeo fue muy crítico ante la inminente renovación del acuerdo provisional que firmaron hace dos años el Vaticano y China para desatascar el nombramiento de obispos en el país asiático. Francisco no recibió al Secretario –en plena campaña presidencial–, quien sí que se encontró con su homólogo de la Santa Sede, el cardenal Pietro Parolin, y con el secretario para las relaciones con los Estados, Paul Gallagher con el tema de la situación de los católicos chinos sobre la mesa.

Fuera de los focos se han publicado también algunas opiniones sobre la lealtad de la familia que ocupa la embajada estadounidense de simpatía a las élites católica conservadoras americanas. El periodista Nicolas Senèze en su libro ‘Como EE.UU. quiere cambiar de Papa’ (San Pablo, 2020) relata como no es extraño ver afirmar a Next Gingrich que el papa Francisco “¡Odia a Estados Unidos!” o bromear con el tema de que Benedicto XVI le puede enseñar el camino de cómo renunciar.

También pasa la embajadora por las páginas de ‘The outsider’ (Orbis Books, 2020), el libro de Christopher Lamb en el que inaugura el capítulo cuarto, “Papados paralelos”. La foto difundida en su día de la visita del matrimonio a Benedicto XVI, en 2019, se interpretó por todos como una declaraciones de intenciones de su labor diplomática mientras se celebraba el trigésimo quinto aniversario de las relaciones entre Estados Unidos y Santa Sede. Y es que el encuentro se predijo precisamente en la víspera de la fiesta de los apóstoles san Pedro y san Pablo. Detalle elocuente.

El análisis

Lógicamente, la despedida de Callista Gingrich no ha pasado desapercibida para el periodista estadounidense John L. Allen que ha publicado en Crux su análisis –y que la propia embajada ha retuiteado desde su cuenta oficial–. Repasando a embajadores con fuerte personalidad que vivieron momentos de intensidad con la Santa Sede recuerda a Ray Flynn, de la época de Bill Clinton, y a Jim Nicholson, durante la Guerra de Irak y la fuerte oposición activa a esta de Juan Pablo II. Tensiones que parecen una sombra, para Allen, a la vista del “dolor de cabeza que le esperaba a Gingrich, porque ningún papa y ningún presidente fueron nunca tan inapropiados el uno para el otro como el presidente Donald Trump y el papa Francisco”, apunta.

El muro de México, un artículo en la Vaticano sobre el “ecumenismo de odio” apuntando a ciertos conservadores estadounidenses… jugaban en contra; sin embargo, destaca Allen “actuó como si la gente madura pudiera hacer cosas positivas juntos a pesar de sus diferencias”. Tanto es así que incluso la embajada ha contribuido en temas propios de la agenda de Francisco como la libertad religiosa, el tráfico de personas y la esclavitud moderna, el papel de las mujeres en el mundo… Otros gestos son la devolución de una carta de Cristóbal Colón robada de la Biblioteca Apostólica.

“Dada la atmósfera hiperpolarizada de los EE.UU., puede ser imposible para cualquiera mirar a Gingrich sin refractar las percepciones a través de sus opiniones sobre el presidente al que sirvió, o el marido al que apoya. Pero visto desde aquí en Roma, sospecho que será recordada con mucho cariño –y, dadas las circunstancias–, eso solo no puede evitar parecer un crédito bastante impresionante en su currículum”, concluye Allen. Vamos, ambigüedades diplomáticas.