Confrontación con lo sagrado: el arquitecto Mario Botta en Locarno


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En realidad, aparte de la habilidad profesional del arquitecto, cuando visitamos una iglesia nueva nos damos cuenta en seguida de si ha sido proyectada por un creyente o un no creyente, porque se percibe un sentido distinto en la composición del espacio en quien reconoce la sacralidad. De hecho, para los no creyentes los lugares de culto a menudo se interpretan como recuerdos de tradiciones que van desapareciendo, o como lugares donde se prestan servicios del mismo modo que en otros componentes de la ciudad.

Para Mario Botta, en cambio, el lugar sacro mantiene toda su rica complejidad vital y simbólica, como demuestra la bellísima muestra -‘Spazio Sacro. Architetture 1966-2018’ (Casa Rusca, Locarno, hasta el 12 de agosto)- dedicada a las obras sacras proyectadas por él, espléndidamente fotografiadas en el rico catálogo de la exposición (Bellinzona, Casagrande, 2018, 304 págs.)

Los puntos fundamentales del templo

El arquitecto presenta su punto de vista con simplicidad en el prólogo: “La arquitectura sacra puede (y debe) subrayar una condición de espera, de trascendencia, donde pasado y presente convergen hacia recuerdos ancestrales… En el espacio de los lugares de culto la realidad del interior modela una nueva imagen, una condición ‘finita’ para las actividades de silencio, de contemplación, de trascendencia y de misterio. Es con la definición de un espacio arquitectónico finito que el usuario puede vivir una condición de infinito”.

Lo primero que llama la atención al visitar la muestra es la gran riqueza creativa de Botta. Se trata de hecho de edificios muy distintos entre sí, pero que tienen en común lo que Gianfranco Ravasi señala en la introducción como puntos fundamentales del templo, los que lo definen como espacio sacro: el hecho de representar un centro cósmico, que encarne el corazón, el sentido del orden entero en que se encuentra inmerso, y el ser símbolo de luz y belleza, epifanía de la armonía cósmica.

Las obras representadas han sido realizadas en el transcurso de 20 años, desde que Mario Botta, aún estudiante, proyectó la pequeña capilla del convento de los hermanos capuchinos de Bigorio, hasta proyectos recientes, como la capilla de san Francisco en Lugano-Sorengo, recién acabada, y la gran mezquita en construcción en Yinchuan, al norte de China, donde reside una numerosa comunidad musulmana.

Los proyectos expuestos son 22, y además de la mezquita comprenden la sinagoga y el centro de estudios de la identidad hebraica de Tel Aviv, en una especie de coherencia de pensamiento y de inspiración que hace vivir concretamente el diálogo interreligioso. Se alternan espacios muy diversos, y colores diferentes: del rojo de los ladrillos al gris luminoso de la piedra, para comprender también el intenso azul de la capilla de Lugano-Sorengo.

“Lo sagrado es una necesidad fundamental”

La sensibilidad hacia la sacralidad del espacio constituye la característica principal que tienen en común estas construcciones, y para alcanzarla Botta se sumerge también en el pasado de las tradiciones porque -escribe- “ahora retornan, también en el tiempo presente, elementos de construcción capaces de hablar a nuestra necesidad de inmensidad” teniendo en cuenta que “lo sagrado es una necesidad fundamental del hombre”. El arquitecto es también consciente de que la iglesia no es solo un lugar de oración, sino también “plaza”, es decir “lugar de encuentro de los vivos y los muertos”.

Cada construcción se presenta como boceto, como proyecto y a través de las fotografías de la construcción ya acabada, y es acompañada por un comentario escrito por un intelectual en sintonía con el trabajo de Botta (una pena que en el catálogo hayan colaborado solo hombres…).

Particularmente intenso es el comentario de Ravasi acerca de la iglesia de Sartirana, pueblo al que está ligado por recuerdos familiares y en el que ha celebrado a menudo la liturgia: “En este templo, por tanto, se descubre la epifanía de la luz. Se podría casi decir que, una vez dentro, se intuye de pronto que la clave (arquitectónica) ideal que sostiene todo el edificio es la vidriera central. La iglesia parece nacer de esa célula de luz, que no es una simple ventana grande para aligerar las paredes o dar luz al interior. Es en cambio una auténtica revelación, una epifanía efectivamente de ese Dios que Juan definía así en su primera carta: ‘Dios es Luz'”.

Edificios mezclados con el paisaje

En la catedral de la Resurrección de Evry la regeneración es representada por árboles que se suceden a lo largo del perfil superior, y que se entrelazan así con la piedra, que representa la eternidad. Ya que muchas de estas iglesias son parte de bellísimos paisajes, la naturaleza constituye siempre una parte fundamental de la visión global y sagrada del lugar. De hecho en estos edificios sagrados no se detecta una interrupción entre espacio interno y externo porque sus superficies externas se insertan perfectamente en el paisaje. Como sucede en la capilla Granato, en Austria, un audaz dodecaedro construido con piedra de granito que se eleva entre los montes, y que parece encarnar la imagen de la Iglesia poliédrica querida por Bergoglio: “Dios está en el secreto de la geometría que gobierna las leyes del universo”, escribe Fulvio Irace.

La elección de los materiales es refinada y está cargada de significado simbólico: la sinagoga y el auditorio construidos en Tel Aviv están revestidos por fuera de piedra roja de Verona, la misma con la que se construyó la fachada de san Zeno, obra maestra del románico, y eso contribuye a crear lo que Mario Pisani, en su comentario, llama una arquitectura metafórica porque “la metáfora contiene de alguna manera los fragmentos del pasado, las cosas del presente, y las verdades que aún no hemos visto pero que nos esperan en el futuro”.

También la mezquita que se está construyendo en Yinchuan, que recupera innovándola el arte de la taracea, del arabesco, es una prueba exitosa. También aquí Botta se basa, como escribe Dario Fertilio, “en la esencia inmutable del hombre, en su forma innata de colocarse en el espacio, entre la exigencia de oración y la necesidad concreta ligada a la existencia cotidiana”.