Redactor de Vida Nueva Digital y de la revista Vida Nueva

¿Cómo se puede vivir la sexualidad en Cuaresma?


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La carta

La Conferencia Episcopal Escandinava, formada por los obispos de Dinamarca, Suecia, Islandia, Noruega y Finlandia –un cardenal, cinco obispos en ejercicio, uno emérito y un sacerdote que es el administrador Diocesano de Helsinki–, ha publicado este quinto domingo de cuaresma una carta conjunta dedicada a “la sexualidad humana”. Con los ecos de la reflexión del Camino Sinodal de Alemania de fondo, a lo largo de cinco páginas y desde un tono propositivo, los obispos pasan de los 40 días de Jesús en el desierto con cuyo evangelio se abre la cuaresma a la alianza de Noé, sellada con el arcoíris como “nuevo inicio”.



Ahora, escriben los obispos, “el signo de esta alianza, el ‘arcoíris’, ha sido reivindicado en nuestro tiempo como el símbolo de un movimiento político y cultural. Reconocemos todo aquello que es noble en las aspiraciones de este movimiento. En la medida en que hablen de la dignidad de todo ser humano y su anhelo de ser visto por lo que es, compartimos esas aspiraciones”. Y es que, sin necesidad de citar a ningún colectivo, los prelados ratifican que “la Iglesia condena toda forma de discriminación injusta, incluyendo aquellas basadas en el género u orientación afectiva”.

Ahora bien, a renglón seguido dejan claro: “Discrepamos, en cambio, cuando este movimiento propone una visión de la naturaleza humana separada de la integridad corporal de la persona, como si el género físico fuera accidental. Y protestamos cuando se fuerza esa visión sobre los niños presentándola como una verdad probada y no como una hipótesis temeraria, y cuando se la impone a los menores como una pesada carga de autodeterminación para la que no están preparados. Resulta llamativo que una sociedad tan atenta al cuerpo en los hechos lo trate con superficialidad al no considerarlo como un significante de identidad. Así, se presupone que la única identidad que cuenta es la que emana de la autopercepción subjetiva, la que surge a medida que nos vamos construyendo ‘a nuestra imagen’”.

En este sentido, al confesar la resurrección de la carne y la tradición bíblica, los obispos recuerdan que “creemos que la unidad de espíritu, alma y cuerpo ha sido hecha para perdurar y no tiene fin. En la eternidad seremos reconocibles como quienes somos ahora y los conflictos que aún impiden un pleno desarrollo de nuestro verdadero ser habrán sido resueltos”. Algo que no siempre es tan obvio, ya que, reconocen, “somos conscientes de todo lo que no somos: nos concentramos en los dones que no recibimos, en el afecto o en el apoyo del que carecemos. Esta situación nos llena de tristeza. Queremos compensarla y, aunque a veces sea razonable, a menudo resulta inútil. El camino hacia la aceptación de sí mismo pasa por confrontarnos con la realidad. Nuestras heridas y contradicciones están comprendidas en la nuestra realidad vivida”.

La complementariedad

La imagen de Dios en la naturaleza humana se manifiesta en la complementariedad de lo masculino y lo femenino”, ratifican los obispos escandinavos en otro momento de la carta. Los ejemplos bíblicos en este sentido se suceden desde el Génesis hasta el Apocalipsis. En torno al matrimonio, destacan, “en nuestra intimidad, la integración interior de las características masculinas y femeninas puede resultar ardua. La Iglesia es consciente de esto. Ella desea acoger y consolar a todos aquellos que experimentan dificultad en este ámbito”.

Por eso, en su carta, lejos de la condena, reiteran: “Como obispos vuestros queremos decir esto claramente: estamos a disposición de todos para acompañar a todos. La aspiración al amor y la búsqueda de una sexualidad integrada tocan a los seres humanos en su fibra más íntima. Es un aspecto en el que somos vulnerables. El camino hacia la plenitud requiere paciencia, pero hay alegría en cada paso hacia adelante” como, por ejemplo, “el paso de la promiscuidad a la fidelidad”. “Nuestra misión y tarea como obispos es señalar la orientación del camino de los mandamientos de Cristo que son fuente de paz y de vida. El camino es estrecho al inicio, pero se ensancha a medida que avanzamos. Ofrecer algo menos exigente sería defraudaros”. “La Iglesia es fraterna y hospitalaria, hay lugar para todos”, ratifican citando un midrash del siglo IV que define a la Iglesia como “la misericordia de Dios descendiendo a la humanidad”.

“Esta misericordia no excluye a nadie, pero fija un ideal elevado. Este ideal está expuesto en los mandamientos, que nos ayudan a crecer más allá de angostas nociones de nuestra identidad. Estamos llamados a convertirnos en hombres y mujeres nuevos. Todos poseemos aspectos caóticos de nuestra persona que necesitan ser ordenados”, señalan en relación también al acceso a los sacramentos como forma de vivir la fe en profundidad. En este sentido, apuntan que “la experiencia del exilio interior vivida en la fe puede conducir a un sentido de pertenencia más profundo”. “Intentemos entonces hacer nuestros los principios fundamentales de la antropología cristiana a la vez que nos acercamos con amistad y respeto a aquellos que se sienten alejados de ellos. Dar testimonio de aquello en lo que creemos y por qué creemos que es verdadero es nuestro deber ante el Señor, antes nosotros y ante el mundo”, añaden más adelante.

Y ante quienes sienten “perplejidad” ante la propuesta cristiana sobre la sexualidad, señalan que esta se entiende plenamente de la fe y la vida cristiana en todas sus dimensiones. Y ante las dificultades para armar un discurso actualizado sobre la sexualidad, proponen recuperar “la naturaleza sacramental de la sexualidad en el plan de Dios, la belleza de la castidad cristiana, y la alegría en la amistad. Esta última nos permite descubrir que una intimidad grande y liberadora también puede encontrarse en relaciones de carácter no sexual”. y es que, concluyen señalando algunos aspectos del Catecismo, “el fin de la enseñanza de la Iglesia es habilitar el amor, no impedirlo”.

La Cuaresma es un tiempo litúrgico que ofrece oportunidades continuas para seguir profundizando en las claves de la visa cristiana. Los tiempos penitenciales incluyeron enseguida y en todas las religiones algunos preceptos relacionados con la limitación en las relaciones sexuales. Como el ayuno, la oración y la limosna, la relectura de los preceptos cuaresmales tiene que llegar a todas las dimensiones de la persona para encontrar en lo más íntimo el amor de Dios y el amor al prójimo. Puede que sea muy oportuno que los obispos escandinavos ofrezcan de forma serena una reflexión creyente y esperanzadora sobre la necesaria vivencia de nuestra afectividad, algo que para muchos es un auténtico vía crucis.