Ianire Angulo Ordorika
Profesora de la Facultad de Teología de la Universidad Loyola

Codo con codo, mano a mano


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La semana pasada estuve en las Jornadas anuales de la Asociación Bíblica Española que se celebraron esta vez en Bilbao. Además de ponencias, seminarios y momentos de compartir entre los que nos dedicamos al estudio de la Escritura, también suele organizarse una comunicación pública en la ciudad que se convierte en sede. En esta ocasión fue Nuria Calduch, una de las más reconocidas biblistas españolas, la que impartió una charla en torno al Eclesiástico. De ese momento me quedo con dos cosas, una sobre el contenido y otra en relación a lo que ahí se vivió.

Con respecto al contenido, Nuria apuntó que uno de los textos de este libro bíblico en su versión hebrea presenta a la Sabiduría acompañando discretamente a las personas. Me pareció una forma preciosa de expresar el modo sabio de dirigirse por la vida: caminando junto a otros con discreción, sin alardes ni fuegos artificiales. Aprender a saborear la existencia, que es lo que significa ser sabio o sabia, no es pretender ser un gurú que va por delante, sino caminar codo a codo con tantas personas con las que compartimos la senda de la vida. En realidad, es lo mismo que, según Miqueas, Dios pide a todos nosotros: “Caminar humildemente con tu Dios” (Miq 6,8).

Esto podría haberse quedado en una simple idea si no hubiera estado precedida de un gesto que, para mí, resultó aún más elocuente. Cuando se fue reuniendo la gente para la charla de Nuria, el espacio se empezó a quedar muy corto. Había una sala más amplia, pero no estaba acondicionada para el acto. Ahí nos fuimos unos cuantos a poner sillas a toda velocidad, entre esas personas estaba la propia ponente. Codo con codo, mano a mano, sin que importara el currículum o la relevancia de los presentes, nos pusimos a la tarea de convertir una sala vacía en un lugar adecuado para la ponencia. Puede parecer una bobada, pero quizá lo más sabio resulta ser lo menos evidente, lo más discreto y lo más parecido a convertirse, como la Palabra, en “uno de tantos”.