José Luis Pinilla
Migraciones. Fundación San Juan del Castillo. Grupos Loyola

Carnavales y Cuaresma


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Acaban de terminar los carnavales dando paso a la Cuaresma. Los “no carnavales” se han llenado de montones de recuerdos de los carnavales (ahora sí) celebrados antes de la pandemia. Las redes y los recursos de los medios en los distintos orígenes de la celebración de estas fechas se llenaron de fotografías, textos, reproducciones de video, etc. de años anteriores para intentar paliar una de las muchas ausencias de estos tiempos.



Reconozco que caí en la tentación (¡en mi pueblo se celebran y socializan a fondo!) y empecé a reproducir algunos. Mis grandes amigos de Cadiz me enviaron uno especialmente significativo del año pasado sabiendo de mi pasión por el tema migratorio: Aquel en el que la comparsa ‘Oh capitán, mi capitán’ cantó ‘Las tres de la madrugá’, nombre del pasodoble dedicado a esos niños que “son tan nuestros”, tal y como decían los autores de la copla.

Se refería a los niños migrantes no acompañados. Esos a los que hace falta fijar con un nombre. Ya sabéis. Aquellos a los que la administración les otorga un nombre que reemplaza al nombre propio. Menores extranjeros no acompañados, que para reducir nombre tan largo se vulgariza con el acrónimo ’menas’ y se los pone a vivir o a clasificar a todos juntos como en una especie de guetto. Con la identidad coagulada, con un uso del nombre ya estigmatizado y fácilmente arrojado o manipulado, a conveniencia de los intereses políticos de turno, como un arma arrojadiza.

Sin embargo, la gran sensibilidad gaditana hacia estos empobrecidos hablaba de esos “niños tan nuestros”. Porque, ¿de qué son responsables? Cuando cometen un delito, como cometen los no emigrantes: ¿De no tener familia? ¿De aventurarse a otra vida mejor, quizás? ¿De querer acceder a los objetos que la oferta maravillosa (¡de plástico!) que le ofrecemos en la propaganda invasora de nuestro buen vivir –que a ellos se les niega– difundida en nuestros medios a los países del “sur”?

El viaje de la niña

La comparsa en algo más de dos minutos repasa el viaje de una niña en patera por el Estrecho de Gibraltar y su posterior llegada a España, donde es perseguida por las mafias de la trata y atacada por “gentuza que nos vende que hay que echarlos porque no tienen papeles”, según dice la letra de la copla. Y que entre otras denuncias sociales (cantadas con mucha gracia) hablan de que esa niña “siente el frío sudor/. Y El Estrecho es tan ancho/que nunca tiene fin/ y cuando ya estás aquí… Que allí era niña/perseguida por ser hembra/y aquí las niñas/ (son) pa’ las mafias que la acechan./Allí era niña que escapaba de una guerra./Aquí no es niña,/que aquí solo es una mena.

La comparsa se llevó el primer premio de su modalidad. “Siempre buscamos la intención poética, pero la crítica social es necesaria. El Carnaval tiene esa magia, hacer reír y también emocionar”, aseguraba entonces el comparsista Tino Tovar, autor de la letra y de la música de la agrupación. Y que ideó la letra ante la falta de dignidad en la atención que, a su juicio, reciben los menores extranjeros.

Precisamente estos días, el SJM, junto a otras entidades sociales, están proponiendo modificaciones muy interesantes del reglamento de extranjería que garantice el derecho a documentarse de los niños y niñas que llegan solos a España.

En fin. Tras los carnavales viene la cuaresma. Esa en la que estamos: la de la limosna, la penitencia y del ayuno.

Aquel del que nos advierte muy bien el profeta Isaías ( Is 58, 1-9ª). El ayuno que yo quiero es este: abrir las prisiones injustas (incluidos los CIES), hacer saltar y romper cepos y cerrojos, dejar libres a los oprimidos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al desnudo y no cerrarte a tu propia carne. De eso se trata. De cambiar. No solo de decir que este tiempo –y el que queda– no es para hipocresías y fariseísmos enmascarados. Es el tiempo “cuando los cristianos cambiamos la piel del corazón”, como vengo repitiendo y orando estos días. Y para dejar que el Espíritu vuele, porque no se encadena ofreciendo la libertad y la dignidad a propios y extraños. Nos ayudará a ello descubrirlo estos días en la solidaridad, en la oración y en la austeridad (muchos ayunan por obligación y no por devoción). Cambiar la piel del corazón y dejarlo al descubierto para que se vea de verdad que los migrantes son de mi misma carne y sangre.  

“Entonces – continúa el texto de Isaías – romperá tu luz como la aurora, te brotará la carne sana; te abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor. Clamarás al Señor, y te responderá: ‘Aquí estoy'”.